miércoles, 4 de septiembre de 2024

Alarmas, nacimientos, y golpes de suerte

Este verano, con sus olas de calor, sus intermitentes días de playa y sus countdown de calendario, ha sido un verano interesante. Durante la primera mitad estuve trabajando, y estar trabajando llama al trabajo. Algo que hace unos meses quise que ocurriera, ocurrió sin más. Me dieron ese bolo que tanto deseaba. Fue como un premio de consolación por el casting que no salió, un sorbo de esperanza en mitad de una crisis de fe. Tuve que rechazarlo porque estaba todo en contra, pero lejos de sentirme mal, aquello me hizo recuperar parte del optimismo perdido, y venirme arriba. Cuando algo es para ti lo sabes, no hay más. Tuve que tomar una decisión y lo hice. Y sabes que aciertas cuando por dentro te sientes bien y aliviada (y con el tiempo suficiente, confirmas tal acierto). 
Otra cosa que hace semanas quise que ocurriera, también ocurrió sin más. Recibí ese mensaje de esa persona. Y me alegré de que ocurriera fuera de plazo, porque pude ver con claridad con quién trataba. Llegó tarde, muy tarde. Y tras meditarlo ligeramente le di la oportunidad de hablar tras su demorada disculpa. Pero no lo hicimos, porque una vez más se retrató, y desapareció. Hace años que esa venía siendo la dinámica, y al principio me torturaba pensando cuáles podían ser las razones. Pero aprendemos por las malas, tropezando mil veces en la misma piedra. Y lo bueno de que todo se haya dado así es que ya no hay piedra alguna con la que tropezar. Porque cuando tropiezas con piedras imbéciles, es mejor darles una patada y sacarlas de tu camino; sólo así te aseguras de no volver a tropezar con ellas. Ahora puedo ponerle palabras, pero en su momento lo hice sin saber lo que estaba haciendo. Simplemente era lo que me pedía el cuerpo. 

Desde que pienso más en mí, y menos en los demás, soy más yo y más feliz. Incluso aunque algunos se hagan los ofendidos. Yo no me peleo con nadie (¡qué gasto de energía!), pero sé cuándo estar y cuándo no. Y sé con quién. A veces tomamos la decisión de hacer algo que sentimos que tenemos que hacer, y hay quien no lo entiende, o quien se ofende, o quien te manda mensajes hipócritas. La peña piensa que puede hacer lo que le de la gana sin consecuencias, pero hay consecuencias. Tu pequeña acción egoísta genera mi pequeña reacción egoísta . No hay más. Todos hacemos lo que "necesitamos" hacer en cada momento. Todos actuamos según percibimos las cosas. Así lo hicieron ellos, así lo hago yo, así lo hacemos todos.  Ponerse a pensar en las salpicaduras de tus actos no es ni medio recomendable. Primero porque nadie se tomará ese trabajo contigo, y segundo porque la intuición no falla, y si la escuchas y le haces caso, estás haciendo lo correcto, le moleste a quien le moleste (pero nunca falta el que se ofende cuando actúas como ellos). Así que, en algún momento de este interesante verano, a la Beba super considerada le sonaron todas las alarmas, una detrás de otra, y decidió apagarlas sin hacer ruido, y sin montar escenas (tu ego no le hace sombra al mío). Y es fácil comprobar que hacías bien en mirar por ti: se han borrado (ay... el ego), se han metido solitos en la papelera de reciclaje, y como yo no soy de escarbar en la basura, ahí se quedarán. No pierdo nada, sólo me alejo de hipócritas, de desconsiderad@s y de un auténtico maltratador. 
Todo esto, que ha simple vista puede parecer un dramón, no es más que pinceladas de algo que solamente venía pinchando y necesitaba sacar. Pero no ha sido importante, porque no lo es, nadie lo es. Y yo no pierdo el tiempo creando enemig@s (como parece ser el hobby de otros). La suerte me la creo yo, me siento más yo que nunca, y yo me comparto con quien me hace sentir bien. Como este verano que he podido pasar cuatro ratos estupendos con un colega que no veía desde hacía demasiado tiempo, y con el que ha sido maravilloso reconectar. Hay personas que son como luces de navidad en mitad del oscuro invierno.

Pero la luz más bonita que apareció en mi vida este verano se llama Hugo. Nació el domingo 18 de agosto sobre las 14:15, y aunque veníamos toda la semana esperando ese momento, cuando por fin llegó el día, me costó creérmelo. Mi hermano me mandó la primera foto que le hizo, y cuando la recibí me puse a llorar. Hacía tiempo que no lloraba riéndome al mismo tiempo. Estaba feliz, y estaba emocionada. Ni siquiera verlo en persona me causó ese efecto. Era un bicho pequeñajo y arrugado, igual a cualquier recién nacido, pero verle la cara por primera vez en esa foto me sacudió. Ahí estaba por fin: era mi sobrino. Era esa otra cosa, de las muchas que he deseado a lo largo de este año, que también se hacía realidad. Una de las más importantes, sin duda. 
Pero la vida te da una de cal y otra de arena, sólo para ver cómo reaccionas, para probar tu actitud, para ver si has aprendido algo. Y así, un domingo estás en el hospital recibiendo a alguien que quieres, y al siguiente estás en otro hospital ingresando a otro alguien que quieres. Los últimos planes del verano se truncan y te resignas. Pero esta vez quieres aprobar el examen y te dices: "qué suerte que pueda volver a casa por su propio pie. Y gracias a esta desgracia, lo mismo se quita de encima una enfermedad de las que sí dan miedo de verdad". Y pensando en que una tiene suerte hasta en los momentos más feos es cuando la vida te da el aprobado, y la palmadita en la espalda, y te manda una tormenta para que te de menos pena no estar en la playa, y te baja las temperaturas para que estés más fresquita en el horno de tu casa, y te regala castings, agencias, entrevistas, festivales y posibilidad de bolos en sólo una semana. Estoy estresada, estoy preocupada, y estoy peor que nunca económicamente, y sin embargo, no dejo de pensar que no pasa nada, que de alguna forma se arreglará. Obviamente no por arte de magia, ni tumbándote en la cama a esperar un milagro. Acción y confianza, ése es el combo del éxito. Y si falla, mejor que te pille con buena actitud. Verte en las peores te hace ponerte las pilas y buscar soluciones. 
Me seguirán pasando cosas feas, me seguirán ocurriendo desgracias, seguiré desencantándome con mucha gente, pero siempre intentaré responder a la única pregunta: para qué. Y cuando la pueda responder, sabré qué hacer. 

A la espera de respuesta de un nuevo casting, demasiado conectado con el último (demasiado para obviar la sintonía), no puedo pensar más que en las posibilidades. Lo encaré a contrarreloj, y equipada con las dos cosas bonitas que llevé aquel grandioso día de abril.  Es cuestión de suerte, todos los castings lo son. Y no queda otra que confiar en la suerte, esa cosa abstracta que no tiene pies ni cabeza, que no se puede explicar, que aparece y desaparece, y que, al final, entiendes que le puedes dar la forma que quieras, que la puedes entender, que la puedes manejar, y que aunque a veces no la veamos, existe, se manifiesta. Y la perspectiva del tiempo, y la inmensa e imperturbable atención propia la deja en evidencia. La suerte, esa cosa que algunos te desean de verdad y otros de mentira, pero que sólo depende de una creérsela o no. Pase lo que pase, no sólo con el casting, sino con todos los hilos de los que he tirados estos últimos días, yo ya tengo suerte: mi enfermito está mejorando, mi perro y mi gato respiran, tengo un sobrino precioso y sanote por malcriar, un piso en la playa por si las moscas, un puñaillo de buenos amig@s y una familia enorme y maravillosa. Y tengo Netflix, y HBO Max, y chocolate, y patatas fritas. 
Y me tengo a mí que cada día me quiero más (obí, obí, obí, obá)
ESO es suerte. 

Y me voy a hacer ejercicio, porque también tengo la suerte de tener un cuerpo con todo en su sitio (y delgadito, aunque resulte algo inexplicablemente perturbador para algun@s) que cuidar y mantener. 

Be happy. Be lucky.



No hay comentarios: