lunes, 26 de marzo de 2018

Cero en conducta

Cuando la niebla de la subjetividad se despeja y puedes ver las cosas como realmente son, se descubre un mundo nuevo, más crudo y menos idílico, pero lleno de verdades necesarias que ayudan a que las decepciones tengan una buena razón para existir.
Hace un mes, tomé la decisión de volver a empezar (en ciertos sentidos) y opté por agarrarme a cualquier cosa útil que pudiera encontrar en el camino para acelerar el proceso. Y encontré la importancia de las segundas oportunidades en Jake, encontré la luz en un pseudodesconocido que me invitó al Viña P y me regaló un cerro de besos, encontré la risa perdida en un buen amigo del barrio, y encontré el encanto que tiene la ciudad en sitios como el Janatomo con alguien que te enseña a comer con palillos y a no darle poder a los pensamientos tóxicos. Y el fin de semana, con su cambio de hora, sus agujetas y su resaca ha sido la prueba concluyente para reconocer el engaño que se escondía tras la imagen idealizada de una ciudad que te ofrece todo cuando no le exiges nada.
Durante mucho tiempo tuve la sensación de que me habían arrebatado algo, y asumí gran parte de la culpa para justificar al ladrón. Pero esa consideración me ha sido devuelta con tanto desprecio que me cuesta distinguir lo que ahora siento de verdad. En Madrid he hecho nuevos amigos, pero también he perdido otros por el camino, y soy de las que piensan que cuando un amigo se pierde es que no era tu amigo de verdad; nadie se va si no quiere irse. Así que me agarro al tiempo, que ahora se ha puesto de mi lado, para trazar una ruta nueva que me lleve a la deseada indiferencia, único sentimiento coherente con lo que hay.
Una luz intermitente me hace señales para viajar al norte y no descarto hacerlo en cuanto pueda. Galicia, Asturias y quizá Cantabria si alcanza el dinero. Pero no voy a precipitarme con esa llamada. Tengo un nuevo trabajo por delante y pequeñas grandes metas marcadas y, a estas alturas, lo mejor que puedo hacer es rodearme de aquellos que me hagan progresar adecuadamente para intentar subsanar los fallos que me han hecho anotarme un cero en conducta.

Y aunque no tenga nada que ver... este tema me trae loca desde que vi "The Martian", y suena guay a la guitarra para el repertorio callejero que me traigo entre manos.
Quién pudiera irse a-Marte... 


Starman (David Bowie)


lunes, 19 de marzo de 2018

Una cuestión de elección


Me decía el sábado un amigo que la vida es como una película en la que nosotros somos los únicos protagonistas. Que podemos escribir el guión a nuestro antojo, escoger el género, añadir personajes o eliminarlos, y que aunque no podamos controlar todo lo que va a pasar, sí podemos elegir con qué actitud encarar cada escena. 
Creo que es una visión muy romántica de la vida, y aunque sería genial tener una actitud positiva para todo, no creo que sea realista. Me parece incoherente querer afrontar con humor una enfermedad grave, por decir algo. Aplaudo a aquellos que tengan la capacidad de hacerlo, que los hay (Hawking es un buen ejemplo), pero yo no soy así. Siempre voy a buscar la risa, siempre voy a tratar de quitarle peso a las cosas, y siempre voy a buscar  la explicación más lógica para encarar situaciones desbordantes, pero tengo claro que en la vida caben todos los géneros, y que a veces hay que vivir el drama y otras la comedia, y no pasa nada por eso. Para mí, es un desgaste emocional gordo obligarnos a estar bien cuando no lo estamos, tener que reír por huevos cuando no te apetece, porque “esa es la actitud”, o frivolizar con temas que son profundos, que requieren sensibilidad y tacto, o que merecen un respeto importante. 
Siempre me he esforzado en valorar las cosas en su justa medida. Cuando algo te duele, lloras y buscas soluciones para salir de ahí. No defiendo para nada regodearse en el sufrimiento, pero tampoco me parece bien negarlo. Es querer engañarse a una misma… Yo elijo reírme siempre, y por eso me rodeo de gente que me hace reír, enfoco mis pequeños dramas en clave de humor y busco situaciones que me hacen sentir bien, pero no siempre se da. Woody Allen dice que la comedia es igual a tragedia + tiempo y muchos se empeñan en convertir la tragedia en comedia sin tener en cuenta el factor tiempo. Yo estoy segura de que me reiré de toda la mierda que he estado acumulando hasta ahora, pero para eso tendrá que pasar el tiempo (tan tranquilamente como está pasando). Y durante ese tiempo no me voy a torturar, pero tampoco voy a levantarme cada día haciendo el fucking saludo al sol como si la vida fuera maravillosa, cuando lo que te devuelve es un corte de mangas.
Y si todo es una cuestión de elecciones… ¿Qué elegimos? ¿Lo más conveniente? ¿Lo que está únicamente a nuestro alcance? ¿Lo que debemos? ¿Lo que podemos? ¿Lo que es correcto? Nos seguimos engañando… porque en el fondo prima lo que queremos. Si no quieres hacer algo no lo vas a hacer, aunque sea lo mejor, lo más correcto o lo más lógico. Y si quieres hacer algo, lo haces aunque sea un acto suicida. Tengo amplia experiencia en el tema. Recientemente confirmé una vez más que cuando me empeño en algo, lo hago, aunque tenga que mandar al orgullo y la dignidad a tomarse una copa mientras tanto. Sabes que no debes pero te da igual, es lo que quieres. Y esta vez me ha salido tan mal que ahora, por fin, el deber y el querer se han puesto de acuerdo. Para personas impulsivas como yo, esa es una gran noticia...
El día de hoy se queda en papel mojado, y mi actitud “positiva” ante eso es el simple reconocimiento de una verdad que duele pero que ya no mata, y la satisfacción de haber encontrado refugio(s) hasta que pase la tormenta. A veces es tan fácil como que un colega se presente en tu casa con una botella de vino y te haga reír a carcajadas, porque al menos durante ese rato, te puedes recordar a ti misma quién eres y quién no querrás ser nunca. Querer o no querer... that's the question. 



viernes, 16 de marzo de 2018

Dead line


Ya que las cosas requieren tiempo y hay que ir paso a paso, me impuse una fecha límite para reorganizar el trabajo y la vida, y las decisiones tomadas en función de las circunstancias. Esa fecha límite está a la vuelta de la esquina y sé que, hasta entonces, no podré quitarme ciertas cosas de la cabeza porque, sin querer querer, están ahí. Pero poner ese día como tope fue sólo por lo que significa para mí, porque en realidad, cada día que ha pasado desde que comenzó el mes de marzo me he convencido más de que hay personas que ya no volveré a ver, lugares en los que no volveré a estar y cosas que no volveré a sentir de la misma manera. Tal vez sólo sea una forma de supervivencia para ir tachando cosas de la memoria y ver claramente lo que viene. Cerrar un ciclo me pone nostálgica porque echaré de menos muchas cosas, incluso las que nunca imaginé que podría extrañar. Pero esperar nunca ha sido mi fuerte, y sin embargo espero. Espero con inquietud este sábado, espero con tristeza el próximo lunes, y espero que después de tanto esperar, el mes de marzo se acabe rápido y que abril me ofrezca algo bueno allá donde vaya.
Decía Lennon: “Life is what happens when you’re busy making other plans”. Y es cierto… Yo he estado tan ocupada planeando lo que quería hacer en Madrid desde que llegué, que ahora mirando atrás, me doy cuenta de que todo lo que he vivido está muy lejos de lo que había planeado y, sin embargo, esa ha sido mi vida. Y si ahora la recuerdo con añoranza, será que no ha estado tan mal. Vivir tiene muchos matices, y aunque sé que he llorado más de lo que he reído, eso no le quita peso a todo lo que he podido experimentar a lo largo de estos meses y que, al final, le han dado forma a un año lleno hasta las trancas de mucha vida. Y aunque se acabe el ron, el dinero y la esperanza, tengo muchas cosas que hacer todavía, muchas calles por andar, citas pendientes, fotos, algún que otro amigo y una buena despedida temporal de este cielo gris con sus noches multicolor.



Downtown (Petula Clark)

sábado, 10 de marzo de 2018

Querer ser, querer hacer

Cuando era pequeña quería ser muchas cosas. Quería ser boxeadora como Rocky, bailarina como Baby, arqueóloga como Indiana Jones, princesa como Leia. Quería pelear en el Vietnam como Rambo, encontrarme un extraterrestre como Elliot, volar como Peter Pan y tener licencia para matar como 007. Mi padre alquilaba películas casi a diario y yo las veía todas. La mayoría eran de acción o de guerra, y a veces de miedo. Estas últimas, que también me las tragaba, me jodieron la infancia. Freddy Krueger fue mi propia pesadilla durante muchísimos años, y a pesar de eso me vi toda la saga (con la cara medio tapada). El cine me parecía fascinante. Después de ver una peli, me tiraba una semana "siendo" la prota: me vestía igual, hablaba igual, contestaba a mis padres igual (me llevé algún bofetón por eso) y, en mi cabeza, todo mi mundo era como el de los personajes que me gustaban. En el colegio nos hacían la típica pregunta de qué quieres ser de mayor, y yo iba cambiando mi respuesta en función de la peli que hubiera visto esos días.
Me pilló ya grande darme cuenta de que lo mío no era un trastorno de la personalidad y, a partir de entonces, cuando me preguntaban que quería ser de mayor respondía actriz. Y ya pensaba entonces que las actrices no podían llevar una vida "normal" como la que yo conocía por mi familia: casarse, tener hijos, una hipoteca, un trabajo fijo y vacaciones en la playa. Tenían que estar disponibles para aprender a "ser" todas esas cosas de las películas y estudiar muchas cosas para poder hacerlas. Evidentemente, en una familia conservadora como la mía, no cayó bien que la niña saliera tan "fantasiosa", y ya no sólo por una cuestión de trabajo. A medida que crecí me fui definiendo en muchas otras cosas de la vida y nada parecía de su gusto: la niña no se preocupa por su futuro, la niña no pisa una iglesia, la niña quiere vivir sola, la niña es rojilla, la niña dice que si se casa será borracha en Las Vegas, la niña no tiene ninguna prisa por tener hijos con la edad que tiene ya... qué rara es la niña. Y sí, en ese micromundo, yo era (y soy) la rara, pero en mi propio camino he encotrado "raros" como yo en cada esquina y dentro de ellos yo estoy entre las más lúcidas. Puede que tenga muchas fantasías en la cabeza y, de hecho creo que si no fuera por ellas preferiría estar muerta, pero soy fantasiosa a medias, la otra mitad de mí es muy cerebral. Y en mis múltiples razonamientos descubrí que lo único que importa en la vida es ser feliz, y que una tiene que ser y hacer lo que sea para conseguirlo. Y la felicidad tiene mil caras distintas según quién se mire en su espejo. Unos son felices viajando por el mundo, otros lo son trabajando en Mercadona, y otros no lo serán hasta que rueden con Tarantino.
Personalmente, envidio a la gente que puede ser feliz con muy poco. Yo debo estar entre los que buscan la felicidad constantemente porque me he puesto el listón muy alto, pero sólo en cuanto a estilo de vida. Porque a pesar de la inestabilidad del oficio que he elegido, seré feliz mientras no me falte la emoción. Creo que sin ella, no sólo no podría ser actriz, sino que no podría ser yo. Y yo encuentro la emoción en cualquier expresión artística y en las relaciones humanas, por eso siempre ando indagando en las dos, y me dejo llevar y me estrello mucho. Pero los tropiezos y las caídas no eclipsan la emoción. Un minuto de magia, ya sea en un escenario o brindando en un bar, siempre valdrá más la pena. Más o menos he ido compensando una cosa con la otra, pero últimamente estoy bajo cero en las dos. Será cosa de echarle más paciencia y no dejar de "indagar".

miércoles, 7 de marzo de 2018

Días nocturnos

Una semana de días grises, casi negros, con lluvia, frío, viento y hasta granizo. Ha sido de noche las 24h del día y yo esperaba, sin esperar, que se despejara el cielo y entrara el sol por la ventana. Pero me he acostumbrado a la oscuridad y creo que la luz me entristecería. Tanto que anhelaba la primavera y ahora le temo por lo que trae consigo... sus dos fechas límite y los compromisos pendientes antes de dejar atrás la negra cueva y el recuerdo de lo que pudo haber sido. 
Por muy caótica que esté mi vida, por muy cansados que estén mis ojos, por muy dolorido que esté mi cuerpo, ya no creo en falsas señales, ni en palabras vacías de confianza, ni en favores manchados de intereses. Pero quién sabe si en estos días no sucede lo increíble... Y si está en mis manos darle un empujón a la suerte, habrá que vestirse de guapa, resetear la mente, y sonreír aunque la imagen no me guste. Igual el cuerpo lo agradece, o en la copa rota esté la solución. Agarrarme a lo desconocido no es tan grave teniendo en cuenta que ya no conozco casi nada. Gastaré estas suelas por las calles de Madrid mientras el tiempo me deje, y mientras sea divertido. 
Y hoy, desoyendo el tiempo que queda para eliminar lo poco que conservo, me doy al placer de un par de vinos con rescate, aprovechando la inercia de la caída. 




Lo peor de lo mejor...

... es estar ciega
No ver más allá de sus narices
Prohibirte soñar estando en vela
Censurarte las locuras que te dices

... son los consejos
Las charlas a solas con una misma
Buscar la autoestima en los espejos
Transformar la cama en tu cocina

... son los relojes
Que congelan el tiempo y los suspiros
No encontrar consuelo por las noches
Quitar el polvo que dejan los caminos

... son las canciones
Los acordes de tristes melodías
Las rimas ñoñas de amores con dolores
Las letras sanadoras con espinas

... es el silencio
Los grillos que resuenan en el alma
Pedirte perdón por lo que agencio
Ventilar los despojos de la cama


Lo mejor de lo peor...

... es darse cuenta
Que hay magia en el desatino
Dejar tu huella en las paredes
Intentar lo que otros no han podido

... es arriesgarse
Ir más allá de lo establecido
Creer porque sí en los azares
Ser valiente a pesar de los derribos

... es la experiencia
La ilusión, el reto, los motivos
Perder el control y la decencia
Ganar, con suerte, algún amigo

... es cuando vences
Y miras el mundo desde arriba
Es saber vivir con creces
Saboreando la sal y la saliva

... es cuando pasa
Cuando, de lejos, nada cambiarías
Quedase con la imagen que desgasta
Aquello de querer con alevosía