domingo, 21 de agosto de 2022

Guerrera cansada

Un amigo me dijo el otro día, tras escucharme hablar unas horas sobre mi vida, mis proyectos y mis aspiraciones, que era una “guerrera cansada” (se lo perdonamos… es filósofo). Me hizo pensar. Puede ser que esté cansada. Hago ruidos de vieja cuando me siento o me tumbo, y cuando me incorporo o me levanto. El típico “aaaahhhhh”. Aunque, si lo pienso, ese ruido lo he hecho siempre, más por ser muy penca que por vejez, pero es ahora cuando soy consciente de ello. Puede que mis ojeras también desvelen algo. Pero por supuesto, él no se refería a ese tipo de cansancio. Estoy cansada por dentro. Me canso porque siempre me pongo el listón muy alto, y lo malo de elevar tanto las miras es que al final no le metes nunca mano a nada, o lo dejas a medias, o te cuesta la vida sólo intentarlo. En tu cabeza te has montado algo tan monstruosamente grande que tú misma te haces pequeña ante tus propias expectativas. Es sólo una idea en tu mente, pero tiene todo el poder para pasar por encima de ti. Y llega el miedo. ¿Y si no lo consigo nunca?, ¿y si no queda bien?, ¿y si no le gusta a nadie?, ¿o se ríen de mí?, ¿O no me hace sentir orgullosa? Sí, estoy cansada…sobre todo, de hacerme preguntas. “Pero también eres una guerrera”. Claro, esa era la otra parte. Siempre tratando de hacer las cosas bien, de sacarlas adelante, de inventar otras nuevas, o mejores, o más prácticas. Siempre buscando respuestas. Siempre luchando contra la adversidad. Contra mí misma. Contra ese cansancio…

Y para ayudarme en esta tarea, acudo a lo que tengo a mano, y que llega cuando tiene que llegar, ni antes ni después. Ahora mismo (tan lejos, pero tan a mano) está ese optimismo arrollador, esa visión crítica de la vida, esa creencia en nada ni en nadie, esa risa que retumba y resucita, esa voz cortada que lo cura todo. Lo miro y me veo. Lo escucho y me reconozco. Con nuestro mes de junio de por medio, compartiendo filias y fobias, manías, humor y dolencias. Quizá sea ese el propósito de esta absurda obsesión: sacarle provecho, relajarme un poco, y pasar mucho. Sobre todo, cuando vuelva a aparecer esa idea del ciclo que se repite, de ese orden natural con que parece funcionar la vida y que tanto me asusta (ahora sí, ahora no). Porque esos días en los que mi cabeza estaba llena de preguntas que no podía (o no quería) responder quedaron atrás, como atrás quedó el frío superficial de un invierno ingrato y asfixiante de oscuridad con todo lo que parecía una burla constante a mi paciencia. 

Y eso hago cuando estoy cansada. Acudir a mi idea de la felicidad, a mi bote salvavidas de turno, y entonces, respiro tranquila. Porque eso somos algunas personas, a veces. Un maravilloso bote salvavidas en mitad de la inmensidad de un océano aterrador que si te descuidas te traga. 

PD. A mí también hay que perdonarme... sacaba sobresalientes en filosofía. 


lunes, 8 de agosto de 2022

Vino, café y sudor

Dicen los expertos que éste será el verano más fresco de todos los que vendrán. Y este verano tan “fresco” lleva sumando olas de calor desde antes de que empezara oficialmente el verano. Los días menos calurosos no bajamos de 35°, pero no son las máximas sino las mínimas lo que preocupa, y lo que realmente jode. En la capital no refresca de noche, las mínimas se quedan entre 25° y 28°, y así es imposible conciliar el sueño. Especialmente en un piso todo exterior que recoge el sol desde que sale hasta que se pone, y que he tenido que cerrar más de lo que ya estaba para que no me entren murciélagos (porque ahora resulta que hay murciélagos viviendo entre los ladrillos de mi fachada). Para mí, uno de los mayores placeres de la vida es dormir (sí, ya sé, una de las cosas que más me gustan de estar viva es quedarme inconsciente; le tengo un apego bárbaro a este mundo), y no poder dormir por las noches ha hecho que mis múltiples intentos de ser madrugadora (madrugadora para mí es levantarme antes de las 10:00) se vean afectados. Si no duermo de noche tengo que dormir de día. La cuestión es que, dependiendo del trabajo que tenga entre manos en esos momentos, me interesa más madrugar o trasnochar. 

Soy actriz, y como toda actriz que se precie, he trabajado en mil cosas que no tienen nada que ver con la interpretación. Una de las más recientes, escribir para una revista. Empujada un poco por los comentarios y sugerencias de la gente que lee mi blog, o incluso de los que sólo me leen por Facebook, un día decidí ponerme en contacto con El Batracio Amarillo. Algunos artículos llegaron tarde, los escribí cuando en ese momento eran actualidad, pero cuando la revista quiso salir ya estaban desfasados. Otros son más atemporales y aún podría ser que los publiquen. Pero me desanimé un poco cuando vi que pasaban los meses, y nada. En julio hice un último esfuerzo y les mandé otro sin mucha esperanza. Pensé que para escribir "chuminás" gratis en Facebook, casi mejor darle un poquito de forma y seguir probando suerte con la revista. Tal fue mi sorpresa cuando, en el último número, miré las colaboraciones y vi nombre ahí escrito. Este último artículo sí me lo habían publicado. Para mí fue como sacarme una espina clavada. Y claro, después de eso no quieres parar. Volvió la motivación y pensé en escribir un montón de artículos más para que me sigan publicando. Pero he descubierto que no funciona así, al menos en mi caso. Yo no me puedo poner delante de una pantalla sin una idea. Y las ideas no vienen de forma automática. Aparecen sin más. Y si te obsesionas con escribir, escribir, escribir, no escribes una mierda. Tiene que fluir; bajo presión las ideas no vienen. Llevo semanas "forzando" la inspiración sin ningún resultado. Pero ahora ya sé cómo funciona esto. Tengo que relajarme y no pensar en escribir, distraerme con otras cosas. Y para eso tengo mi corto. 

Grabamos los últimos exteriores en julio, una vez que pude poner fin a tanta reunión familiar. Veníamos desde febrero celebrando cosas a velocidad de crucero, entre cumpleaños y jubilaciones, y el 9 de julio le pusimos el broche de oro a esta primera mitad del año con la jubilación de mi padre. Después de eso, ya pudimos buscar el día para terminar los últimos planos. Y ahora, con todo el material almacenado en un disco duro externo, tengo trabajo por delante como para no parar. 

Sin embargo, como digo, se me está haciendo complicado ordenarme los horarios con este calor insufrible que me tiene en vela hasta altas horas de la noche, lo que está provocando que durante el día no haga nada productivo, y que de noche me dedique a buscar la forma de hacer todo lo que quiero y no puedo. Porque lo que tengo a mano es, digamos, fácil. Es lo que me pilla a contramano lo que realmente me motiva. Y estando tan lejos de una idea (lejos en todos lo sentidos de la palabra), hay que inventar otras. Y en medio de esa ridícula obsesión malsana, a una ya le corre el calor hasta por las venas, y se altera, y suda más, y lo escribe por ahí para no olvidarlo, y empieza a convertir trocitos de mentiras en posibles (y tal vez rentables) verdades. Y llegas a ese punto en el que se acumula todo: lo escrito, lo no escrito, lo que está por escribir; las escenas, los montajes, los monólogos; las ideas, los chistes, los diálogos; la autoexigencia, la inquietud, el deseo; el vino, el café y, sobre todo, sobre todo, el sudor.