sábado, 29 de agosto de 2020

No hay duda de que tengo dudas

¿Hay alguna razón cósmica para que algo tan aparentemente fácil se complique tanto? ¿El universo me odia, o me está queriendo hacer un favor? ¿Por qué ahora, a la tercera que es la buena, tengo tantas dudas? 
Hace unos días me preguntaba quién inventaría las frases hechas. Desde luego no fue ningún genio... "Mañana será otro día". Pues claro, no va a ser el mismo. "A la tercera va la vencida". ¿Por qué a la tercera? ¿Por qué no a la segunda o a la cuarta? ¿Se le ocurriría a alguien que simplemente le salió algo bien al tercer intento y ya por ello lo proclamó como una ley universal? 
La cosa es que sí, que mañana será otro día, no hay duda. Pero los días son tan raros hoy día, que hacer planes es echar el día por alto, porque de un día para otro todo puede cambiar. 
Mi agosto empezó de manera accidentada despertando un montón de interrogantes: ¿Y ahora cómo? ¿Y ahora dónde? ¿Y ahora cuándo? Y cuando el cómo, el dónde y el cuándo encontraron respuestas más o menos satisfactorias, otro accidente me devolvió de nuevo a la casilla de salida. Un segundo intento fallido. Pero... "a la tercera va la vencida". Y cambiamos el cómo, el dónde y el cuándo por tercera vez. Sólo que ahora, hay nuevas preguntas más difíciles de contestar. Preguntas que no sé ni cómo formular para intentar encontrarles respuesta. Todo lo que sé es que algo me da mal rollo, que desconfío de mis decisiones, y que me encuentro perdida entre tantas dudas.
La nueva normalidad ha marcado, como era de esperar, el fin de ese paréntesis idílico devolviéndome de nuevo a la vieja (y tonta) normalidad de siempre. Al menos ha tenido la decencia de hacerlo despacito, poco a poco, detalle a detalle hasta que un día, por fin, noté que estaba aquí. La vi instalada en mi vida como si en realidad nunca se hubiera ido, como si sólo hubiera estado hibernando unos meses y ahora despertara mirándome fijamente a los ojos, queriendo transmitirme algo. 
"¿Y ahora qué?". Ésta es la pregunta que, como un eco, me plantea. Y ese eco se ha ido haciendo más firme, trayendo consigo a coro una segunda voz: "¿Y después?"; una pregunta que ni siquiera se me había pasado por la cabeza en su momento (y su momento fue hace mucho tiempo). 
Hay ciertos comportamientos que me resultan demasiado familiares, palabras que ya no significan lo que dicen, silencios que comunican lo que quizá no es (o quizá sí), gestos incomprensibles, acciones innecesarias, información irrelevante, y mucha, mucha desconfianza. 
Y en medio de todo esto, está el ruido ensordecedor de la incertidumbre. 
Y más en medio todavía, nuestra ruidosa versión del mismo.




                                                Ruido- Y la falda muy corta