martes, 16 de junio de 2020

Algo especial

Yo tenía que haber nacido sobre el 10 de mayo, pero nací como un mes después (y porque le provocaron el parto a mi madre, si no lo mismo me ponía en san fermines). Me sacaron a la fuerza con un chisme de esos que tiran de una por la cabeza, y ese día fue el 8 de junio de 1982. Después de casi un mes de más, nací criá, con 4'5 kilos de peso y la cabeza llena de pelo; poquito más y corto el cordón yo misma con los dientes... 
Mi madre sufrió mucho en el parto, y se supone que yo también (solo que yo no me acuerdo y a ella no se le olvida). 
Cada año, cuando me llaman los familiares para felicitarme el cumple, alguno rememora aquel día. "¿Cuántos van ya? Hay que ver... si parece que fue ayer cuando estaba tu madre en el hospital, que se oían los gritos en todo el edificio. Lo mal que lo pasó, la pobre... ¿Y tu abuela? Nerviosa perdía que estaba ella. Que en cuanto naciste te sacó de allí corriendo pa que nadie te tocara, no te fueran a pegar algo. Y lo bonica que te has puesto con lo fea que naciste... unas mollas que tenías con tó lo que pesabas, la cabeza deformada por el forceps, un ojillo cerrao, y una oreja pegá, y la de pelo... ¡tenías las cejas juntas y la cabeza pa hacerte trenzas! Y como te sacaron a la fuerza estabas mu colorá..."
Cada año que me describen la escena me imagino a mí misma como un orco. Qué pensaría mi madre... con lo que le costó tenerme y "el bulto" que salió de ahí. Pero luego vienen las anécdotas bonitas. "Eso fueron los primeros días, después eras un muñeca. Gordita, con los ojos más grandes y más abiertos del mundo. Tol día durmiendo y sin dar la lata, que nada más que llorabas pa que te dieran de comer. Y comías que daba gusto verte. ¿De dónde ha sacao esta niña tanta hambre? Si te tenían que echar harina a la leche pa que te saciara porque no había manera. ¡Que le hicimos un agujero más grande al biberón pa que eso tan espeso pasara por ahí!". 
Y luego ya viene la frase final que cada año sólo varía en el número. Este año, "... y mírala... 38 años ya". 
Mi madre siempre me ha dicho que ella quería una niña, porque las niñas son más bonicas y más buenas, les puedes poner vestiditos y lazos, y hacerle cosas en el pelo. Pero yo no fui la niña que quería mi madre. La niña era muy buena y muy bonica, pero le sobraba mal genio, no quería un vestido ni a palos, y odiaba el color rosa, los lacitos y hacerse cosas en el pelo. Y como creció con su tío, que era poco mayor que ella, y luego vino el hermano, pues sólo quería hacer "cosas de chicos", vestirse como ellos y jugar con pistolas y coches.
Me fui haciendo más "femenina" con los años, pero otros problemas de carácter me seguían estigmatizando como la oveja negra: no me gustaban (ni me gustan) las aglomeraciones, así que me negaba a ir a la cabalgata de reyes, a las procesiones de semana santa, y por supuesto a misa (todo lo que a mi madre le hubiese gustado que hiciera, vaya). "Que la niña dice que es agnóstica, ¡y yo ni siquiera sé lo que significa eso! Es que me va a enterrar...". Y no hablemos de política "que yo no sé a quién le ha salía la niña tan roja, porque eso no es lo que ha visto en esta casa". La adolescencia fue lo peor "qué rebelde y contestona...".  
Menos mal que al menos sacaba buenas notas. Salvo un año que se me atragantó el instituto y me llevé tres a septiembre, yo iba aprobando cada curso. Era buena estudiante. Me gustaban los libros, todos, de todo tipo. Y me gustaba tener mis apuntes ordenados, acostarme tarde estudiando, y madrugar para repasar antes de un examen. 
No fui, ni soy, la hija modelo que mi madre quería, y sin embargo me quiere más que a nadie (sólo me iguala mi hermano). Por eso, cada año que pasa, los 8 de junio pienso más en ella que en mí; es mi cumpleaños pero habría que felicitarla a ella. Sin embargo, su atención sigue estando en mí "¿quién te ha felicitado?, ¿te han llamado tod@s?, ¿te han regalado algo? Para mí, esas cosas son menos importantes. Que alguien se olvide o que no me llame me da igual, aunque reconozco que este año ha habido una excepción. Y detrás de esa excepción, un cúmulo de pequeños detalles que te van devolviendo a la realidad, la voz de la conciencia, la alarma del despertador. Y todo empieza a oler como antes, y nos movemos (sólo) a donde nos apetece, y se cambia el silencio por el bullicio, los cancelados por los volvemos, lo nuestro por el mío.
Ya podemos elegir y elegimos lo de siempre. Tal vez para ciertas cosas haya gente asintomática.
Y para que tanto alboroto no me afecte, en lugar de pensar en mí, pienso en mi madre. Porque la mejor forma de compensarle las contracciones, los chascos y el mal genio de la niña, es que la niña esté bien. Y estoy bien.
Yo este año quería algo especial y, sin duda, lo he tenido.
Si los deseos de cumpleaños se cumplen... que dios nos pille confinaos!






miércoles, 3 de junio de 2020

Potencialmente peligroso

Mi amor a lo imposible me ha llevado a sitios que nunca hubiera conocido sin mi amor a lo imposible. En esos sitios saboreé lo mejor y lo peor de la vida, y en el camino aprendí cuatro cosas que ya he olvidado a medias. Y para pensar menos y olvidar más (ahora que todo se repite) dejaré otra vez el hábito de pasearme por los muros de tu casa, de buscar la luz verde, y de releer viejas palabras. Porque hace un año, todo parecía lo que meses después no fue, y ahora que todo es lo que no parece, no sé qué creerme. Pero si el hombre necesita tropezar dos veces con la misma piedra para escarmentar, yo necesito tropezar 500 veces con la misma montaña, y aún así no me daría por vencida. En esas estamos; con la montaña en frente y más ganas que nunca de derribarla.

Creo que la nueva normalidad no será muy distinta de la vieja estupidez, pero siendo un año más sabia, me resbala casi todo, y estoy más preparada para la decepción que para la sorpresa. A cinco días de dejar atrás otro año, mi regalo anticipado ha sido grabar este vídeo, cuya canción, en varios momentos de mi vida, significó multitud de cosas que no soy capaz de describir. Y la canción no es nada al lado de lo que mis ojos registran en cada fotograma. Hace dos años no me hubiese imaginado algo parecido.




                                          Y LA FALDA MUY CORTA - Peces de ciudad


Pero esto pasará, como pasa todo, y lo que viene es tan desconcertante que no logro imaginarlo. Más allá de los bares abiertos, hay un horizonte idílico y una normalidad (nada nueva) que me retan, una vez más, a saltar sin red apostando la vida. Un desafío potencialmente peligroso, una ruleta rusa emocional, una escalera de color en blanco y negro. Y sin embargo, yo sigo empeñada en mi doble o nada, porque a fin de cuentas, perderlo todo no es otra cosa que empezar a ganar algo.