sábado, 29 de julio de 2017

Cada uno en su lugar

Este verano será de los que recuerde con el tiempo. Un verano activo, sin tiempo para el aburrimiento, con planes compartidos, con sus dosis de adrenalina, con sus noches en El Caracolo, y sus series y sus whatsapps. Y echaré tanto de menos todo... sacar a Luna por las noches, que Miki me despierte por las mañanas, que Willy me escriba "Feel like a beer? Estoy abajo", que Jose me salude a voz en grito cuando paso por la puerta del bar, andar en bragas por la casa, tener toda la ciudad frente a mis ojos... las pequeñas cosas; eso es lo que más se extraña al final. Madrid será mi oficina y mi dormitorio, pero mi casa está en La Chana y mi familia es granadina. Una familia de extraños que sólo ves de vez en cuando y te dicen que te quieren y tienen tus recortes de periódico colgados con orgullo en su bar. Y los que están más cerca y te desean sólo cosas buenas y les haces falta en cierto modo. Y los que trabajan contigo codo con codo, y los que te llevan y te traen y comparten cotidianidad, y los que están en Motril y los que observan desde alguna estrella. En Madrid tengo sueños; en Granada realidades. Pensar en lo que vendrá sólo me crea un sentimiento de ansiedad innecesario. Pero no puedo evitar echarme a temblar con lo que se me viene encima próximamente: intensivos con Jalea, findes en Microteatro Málaga, conciertos, mudanza, ensayos en Madrid... y todo junto, todo en septiembre. Según mis esquemas, debería salir bien, pero agobia pensar en ello.

Por otro lado, no extrañaré las cutreces de tanto impresentable que anda suelto por aquí, que se creen los reyes del mambo por alguna inexplicable razón y no son más que un montón de mierda con dinero de papá. Los que intentan quedar por encima creyendo que así te hacen algún tipo de guarrada "que te mereces", sin saber que lo único que van a recibir a cambio es toda esa maldad multiplicada. Por mi parte, aún subiéndome por las paredes y lanzando maldiciones telepáticas, he tratado de mantener la calma y pensar con la cabeza fría, única forma de salir airosa y cobrar por fin mi dinero. Y eso, por más que escupan bilis, es así y se lo tienen que tragar. Se me pasan mil maldades por la cabeza, pero si al final consigo lo que es mío, no vale la pena hacerse mala sangre, a pesar de las malas contestaciones, del intento de robo y del desprecio. Es mejor respirar y dejar que la vida se encargue... ella es mucho más cruel de lo que yo pueda llegar a ser en un momento de rabia.
Esto no quita que en Madrid no me vaya a encontrar los mismo problemas, seguro que sí, pero está bien cambiar de aires y de cabrones, por variar más que nada...

Puede que me torture demasiado con banalidades que sólo me afectan porque yo dejo que me afecten (cosa difícil de cambiar porque lo llevo en el ADN), pero cuando dejo reposar las cosas las acabo viendo con una clarividencia que hasta me sorprende. Digamos que me hace más daño mi reacción (o mi falta de reacción, para ser justos) ante algo que me hacen, que la acción en sí. Pero la única forma de no acabar peor, es pararme a pensar. Si actúo en caliente, pierdo los papeles, y si no lo hago, estoy reprimiendo un instinto natural que es lo que me provoca el malestar posterior. Mi lucha constante desde que era una niña ha sido buscar el término medio en esto, pero a día de hoy sigo sin encontrarlo. Soy así de extrema, y entre un extremo y otro, casi mejor reaccionar en frío, aunque me chupe un par de días de bajón, que actuar en caliente y que me metan en la cárcel (o cosas peores).

Una ya tiene sus propias movidas como para andar acumulando las que te generan los demás. Trabajar para mí misma es todavía más jodido a veces. La aceptación de tantas cosas que odio y que, sin embargo, forman parte de mí es el nuevo reto personal al que me enfrento y que sólo superaré cuando me vea en el hormiguero madrileño, rodeada de lo que nunca seré, y entienda que como yo tampoco hay otra, y que eso sea algo a explotar. Mirar con el ojo ajeno lo que yo me niego a ver y, por una vez, mandar a la mierda tanta autoexigencia y tanto perfeccionismo (sólo por esta vez). En lo demás, sigo trabajando para ser mejor y poder demostrarle a mucha gente, empezando por mí misma, que se llega a donde se tiene que llegar, ni más arriba ni más abajo; llegas a tu lugar. Y cada uno ocupará el suyo.

sábado, 15 de julio de 2017

Desde mis ojos

Siempre he sido una persona muy autoexigente; demasiado seguramente. Con los años, eso no ha cambiado sino que ha ido en aumento. En una justa medida debe ser una virtud, pero en grandes dosis se convierte en algo obsesivo muy lejos de ser bueno, al menos para una misma. Si la autoexigencia desmedida la unimos a una inevitable inseguridad innata, complejos y autocrítica, el resultado soy yo misma. Lo curioso de todo esto es que desde fuera no se nota, o no se le da importancia. A veces, incluso, se percibe todo lo contrario. Pero desde mi perspectiva, la realidad es otra, es la que me afecta a mí y la que, para bien o para mal, me define, me limita, me empuja, me endiosa o me destruye. Y sé que el problema es mío cuando desde fuera creen en mí, me felicitan por algo o quieren trabajar conmigo, mientras yo pienso que se puede mejorar, que no es para tanto, que hay mil fallos o que directamente es una mierda. Exagero casi siempre pero se acerca a “mi realidad”. Y tal vez lo que ven mis ojos no es más que el reflejo de mi propia inseguridad y sean los demás quienes están en lo cierto, pero no sirve si no lo veo yo. Quizás tenga que ver con mi (también inevitable) nivel de inconformismo. Si algo sale bien quiero que salga mejor, y cuando salga mejor querré que salga perfecto. En definitiva, nunca estaré del todo contenta.
Ayer me mandaron por privado el link para ver el corto que rodamos en Jaén. La directora me escribió para felicitarme efusivamente por el resultado de mi interpretación, que estaba encantada con mi trabajo y que durante el rodaje se llegó a emocionar conmigo. Después de ver el corto, o mejor dicho, después de verme a mí misma, no podía entender sus palabras. Está bien, pero no es para tanto. De hecho yo no me gusto en absoluto. Ya no a nivel interpretativo, que por ahí no está tan mal, pero hay algo en mí que no me gusta.
Algo parecido me ocurrió el lunes pasado durante el concierto en Salobreña. Todo salió bien pero ya había salido bien el lunes anterior, y yo ahora quería que saliera mejor. Exigirme internamente eso hizo que me pusiera más nerviosa de lo habitual y que no disfrutara como la otra vez. Y desde fuera lo de siempre, todo bien. Pero yo no estaba del todo satisfecha. Especialmente porque vinieron mis padres y mi hermano a vernos y quería que realmente se sorprendieran, que por una vez se sintieran orgullosos de su oveja descarriada. Pero nunca es suficiente. “Está bien” fueron sus palabras, nada demasiado efusivo. Nunca han sido personas muy demostrativas en realidad, pero mi padre se emociona más cuando gana el Madrid o mi madre cuando ve al cristo de la salud, y quizá nada de lo que yo haga esté a esa altura. Y cuando pienso esto, me alegro de haber escogido mi propio camino en contra de su voluntad, incluso aunque no les emocione, incluso con su “no está mal”, pero por dentro, por dentro de mí, se queda una espina clavada a la que intento no dar importancia, pero que está ahí. 
Sí me vanaglorio de ser persona resolutiva, y sé que encontraré la forma de “quererme más”, especialmente porque sé dónde residen los problemas y complejos y tengo claro cómo solucionarlos. Pero no se hace de un día para otro, por desgracia, así que mientras tanto tendré que lidiar con lo que "es" y no torturarme con el “quiero más”. Dejar que lo que hay sea suficiente para seguir adelante y tratar de creerme un poco a los demás, y que su visión positiva opaque la negatividad de la mía. Al menos hasta que yo pueda ver por mí misma lo que ellos ven.  

jueves, 6 de julio de 2017

Se hace camino al andar

El alto grado de estrés mantenido durante las últimas semanas parece haber traído bendiciones disfrazadas. Cuando pensaba que estaba todo hecho un caos a mi alrededor (de hecho lo estaba) se fueron acomodando las cosas casi sin darme cuenta y contra todo pronóstico. Aunque sé que nada ha ocurrido por arte de magia sino por haber estado encima, insistiendo, generando, arriesgando... haciendo que pase, al fin. Es como si la vida me estuviera recompensando todo el esfuerzo invertido, como un premio a eso de"echarle huevos".
En mi última visita a Madrid estuve mirando algunos pisos. Volví saturada por tanto inconveniente: el piso que se ajusta a mi precio no tiene una sola ventana en toda la casa, el que está en una zona buena se me va de precio, el que puedo pagar está a tomar por culo... todos fallaban en algo. Cuando llegué a Granada me encontré nuevos problemas. Nos habían contratado para tocar todos los lunes del verano en el Restaurante El Peñón de Salobreña con The Happy Fish, pero resultó que Stik no podía hacer esos bolos porque estaría fuera en verano, y decidimos buscar otro pianista para sustituirlo. El primer bolo era el 3 de julio y ni el nuevo pianista ni Willy podían ensayar lo necesario para hacerlo bien, así que le pedí el favor a Stik (que para ése sí estaba aquí todavía) y me dijo que no le venía bien. Como ya había previsto esto, porque conozco a los bueyes, estuve ensayando unos días antes un repertorio de canciones rock con Mario Ojeda y Lolo Casas a las guitarras, y se me ocurrió meter también a Nano Ramos a la percusión porque aquello empezaba a sonar muy bien. No estábamos preparados para tocar el día 3, o al menos ese era mi pensamiento, pero los chicos me insistieron, ensayamos de forma intensiva durante dos días, y gracias a que son tres máquinas, el repertorio quedó armado y perfecto. En cualquier caso, YO no estaba preparada y estuve a punto de pasarle la fecha a otro grupo para que nos sustituyera. Al final, no lo hice. Le eché huevos. Me estudié las canciones en una noche, me dejé convencer por los chicos que decían que iba a salir bien, y con todo el cagazo pero confiando, hicimos el bolo. Al terminar no me podía creer que aquello saliera tan increíble como salió. La madre de uno de los dueños nos dijo que era el mejor concierto que había escuchado en todos los años que llevaban haciendo allí música, y nos llegaron felicitaciones varias de los comensales que incluso se levantaron a hacerse fotos con nosotros.
Más o menos en esos días de ensayos y estrés, contacté por Facebook con una chica que alquilaba habitación (disponible desde julio). Le dije que si seguía libre para septiembre, que me lo dijera porque me interesaba mucho (a saber: piso todo exterior, a compartir con dos personas más, habitación con baño privado, 300 € + 30 € de gastos cada dos meses, séptimo con ascensor y en el barrio de Delicias). Lo tenía todo y más. Pero era para entrar en julio. Por cosas de la vida, la chica me contó que la casera podía esperar hasta el 15 de agosto con tal de que los inquilinos estuvieran a gusto con la persona que entrara, y se ve que a ella le caí lo suficientemente bien, porque me dijo que si lo quería era mío. Ella es actriz, como yo y tiene 30 años (lo cual mola por afinidades) y vive también un chico fotógrafo y una perra tamaño mini. Hablé con la casera y me dijo que me lo guardaba sin problema para el 15 de agosto y que la fianza podía pagarla tranquilamente a finales de julio (lo cual fue otra suerte porque así me da tiempo a juntar la pasta).
En cuestión de nada me vi con piso en Madrid y con nueva banda para salvar el trabajo del verano. Sin contar con que la compañía de teatro madrileña El Dragón Estragón cuenta conmigo para empezar a trabajar en septiembre como un miembro más. Vamos a montar "Tres Sombreros de Copa", y me han dado el papel de Paula. Hicimos una primera lectura cuando estuve en Madrid y el dire, Tito, quedó encantado conmigo hasta el punto de sugerir hacer otro montaje juntos.
Puede que haya mucho de suerte en todo esto, pero hay quien dice que la suerte no existe sino que la buscamos nosotros, y por una vez me anoto un tanto en ese sentido. Porque me he tirado horas y horas mirando pisos en internet, porque me fallaron los compañeros de The Happy Fish y aunque me vine abajo, en seguida busqué la alternativa viable, porque he estado en contacto con gente de Madrid, buscando curro, asistiendo a castings, dándome golpes contra la misma pared... y si de pronto tengo el piso perfecto, una banda de rock que funciona, y trabajo en una compañía teatral no es sólo un golpe de suerte; algo habré generado yo...
No sé cómo se va a desarrollar el resto del verano con los conciertos, si alternaré The Happy Fish con Beba & Los Rockafeller (dependerá un poco de lo que digan los dueños del restaurante), si encontraré curro aunque sea de camarera para seguir juntando pelas... no sé nada, y nada depende exclusivamente de mí, pero moveré los hilos que hagan falta.
Y con este nuevo entretenimiento que es mi banda de rock, con Weeds, con TV de pago, "El Pijama" y alguna que otra cosilla más, echo los días y las noches contenta. Hasta la fecha está todo bien, pero no me relajo... tanta felicidad me asusta.