jueves, 26 de mayo de 2022

La vida es ahora

Estoy haciendo muchas cosas nuevas este año (cosas con las que no contaba), y por ello me estoy dejando otras sin hacer. Mi corto, a falta de un par de exteriores, está listo para montar, pero no saldrá a la luz antes de mi cumpleaños como me hubiese gustado. El proceso de grabación ha sido más largo y estresante de lo que esperaba, en parte por las condiciones meteorológicas y en parte por mi inexperiencia. Gracias a la gente que me ha estado ayudando, se podría decir que lo gordo está hecho, pero ahora me queda por delante otro buen tirón que es el montaje, al que no le puedo meter mano todavía porque mayo ha venido especialmente cargado de cosas.

Garnata Tours, la agencia de turismo para la que trabajo como actriz desde hace años haciendo rutas teatralizadas, estará en la feria de turismo y eventos IMEX, que este año se celebra en Frankfurt, y Manu me ha propuesto que la cubra yo porque él no puede asistir. Al principio dudé. Porque por más fácil que parezca estar detrás de un stand vendiendo (en inglés, of course), es algo que no he hecho nunca. Y aparte del trabajo en sí... sólo yo sé lo desastrosa que soy para viajar: me estresan los aeropuertos, me estresan los lugares grandes, y tengo la ubicación de un pollo mareado... "¿y éste quiere que yo hago todo eso sola y sin experiencia en un país que no conozco?" Tenía que pensarlo. Pero cuando todo lo que se me venía a la cabeza para decir que no eran excusas provenientes de inseguridades y limitaciones autoimpuestas, dejé de pensar y le dije que sí. Entonces supe que podía. Y como yo siempre he sido muy aplicada, ya me he armado un guion, he resuelto las cuatro dudas que tenía, me he estudiado el plano de Frankfurt, la distancia entre mi hotel y el recinto, y Manu me ha explicado todo lo que necesitaba saber. Y los posibles inconvenientes (que los habrá) los resolveré sobre la marcha. Es como cuando me encargaron escribir el reportaje (que por motivos políticos es posible que nunca vea la luz, por cierto) y sólo pensaba "yo nunca he escrito un reportaje", "¿no hay que estudiar periodismo para eso?", "y si no lo hago bien, ¿qué?", que yo lo único que sé de la presa de Rules es que la peña hace surf ahí", y el boss me dijo " ya te he ingresado el dinero, tienes hasta el 14 de febrero para entregarlo" y así, sin más, me vi escribiendo un reportaje por primera vez. Y lo hice. Y lo hice en menos del tiempo que me dieron. Y no fue el abismo que yo me había imaginado. Así que irme a Frankfurt a vender las delicias granadinas me genera la misma incertidumbre de hacer algo por primera vez, pero, al mismo tiempo, la misma esperanza de éxito. Y ya de paso, conozco mundo y me como una salchicha. 

Así que entre rodajes, ensayos, bolos y el viaje a Alemania, me está ocupando bastante tiempo organizarme con todo. El 27 hago el último pase de "La Soledad del Navegante" en el teatro Isabel la Católica, dentro de "Desgranando Ciencia", y el 30 cojo el vuelo a Frankfurt hasta el 2 de junio que regreso. Sólo entonces podré respirar tranquila y centrarme en el maravilloso mundo de la edición de vídeo. Y sólo entonces, también, reconvertiré mi casa en lo que era antes de transformarse en un set de rodaje. 

Más allá de todo, aunque me pierda en los aeropuertos, aunque no sepa leer un mapa, aunque se me borre de la mente toda la maldita lengua inglesa; aunque los planos estén oscuros, o la historia no se entienda, o mi expresión no transmita lo que quiero; aunque sea la primera vez que hago un corto, o un reportaje, o una feria... la vida es ahora. Y a las puertas de una nueva década tendré que ingeniármelas para mantener ese pensamiento. Sin excusas. Porque ahí fuera nos siguen amenazando las enfermedades (la última incorporación a la parrilla es la viruela del mono, WTF!?), un ruso loco con armas nucleares jugando a ser dios, y niñatos destrozados de la cabeza comprando armas como el que compra pipas. Pero tan cerca y a la vez tan lejos, descansa todo lo demás, en una especie de recreo antiestrés para solitarios. Ahí no me pierdo, ni dudo, ni hay plazos, ni relojes, ni autoexigencias. Ahí se está bien. Y no veo el momento de llegar para empezar de nuevo.