jueves, 23 de mayo de 2019

Ni sal, ni limón


Mayo ha venido cargado de trabajo, y durante el fin de semana pasado se acumuló gran parte del mismo. El viernes pusimos “Sexo, glamour y jugos gástricos” en el Flow Bar. Actuar en Motril para mí es especialmente satisfactorio porque la tierra tira de alguna manera, y a este garito le tenía ganas. Había un gran riesgo de pinchar con el tema de la asistencia de público, y eso se hubiera cargado todo mi plan de fondo, pero afortunadamente anduvo muy bien. Más peña que no conocía que conocidos (que eso siempre es buena señal) pero entre los conocidos, tengo que destacar la presencia de alguien a quien quiero mucho y llevaba años sin ver. Eso me alegró la noche, y todo lo demás rodó por sí solo.Como era mi compañero quien conducía, yo me puse fina a tequilas al terminar, sobre todo porque hay cosas que sólo se pueden decir en cierto estado de deformación. Y aunque yo soy más de decir las cosas al revés y jugar al despiste, me quedé satisfecha con el resultado de la partida (de momento).
A eso de las 2 de la mañana emprendimos el viaje de regreso a Granada, pero no llegaríamos hasta las 5. En la salida de Motril nos paró la guardia civil para hacernos un control de alcoholemia. Mi compañero, por supuesto, dio negativo y entonces le pidieron hacer un control de drogas. Resulta que hay drogas que se quedan en el organismo durante días, y él había consumido la noche anterior (muy poco, pero suficiente para dar positivo). Pese a no estar bajo los efectos de la misma, “la ley” penaliza el consumo, así que mandaron los resultados al laboratorio para analizar la cantidad y, en el caso de ser inferior a 25 nanogramos, se libraría de la multa. Eso lo sabremos en un par de meses. Pero en esos momentos, “por ley”, no podían dejarlo conducir y la única forma de irnos es que condujera otra persona. Me preguntaron si yo tenía carnet y les dije que sí, pero que yo sí había bebido y, además, les comenté que llevaba años sin conducir y no estoy muy suelta con el coche. Me hicieron la prueba igualmente y, claro, dio positivísima. No sé si fue porque les caímos bien o qué… pero para no dejarnos allí tirados nos dijeron que, si queríamos irnos, tendría que conducir yo, que no se me veía afectada por el alcohol (normal, se me pasó hasta el pelotazo con toda esta movida) y que yendo despacito no pasaría nada. Absolutamente surrealista. Prefieren que conduzca yo, borracha y sin experiencia, en vez de mi compañero que va sobrio y en perfectas condiciones. Para flipar. Pero aquí no acaba todo. Cuando voy a arrancar, resulta que nos hemos quedado sin batería en el coche. Los guardia civiles empujando y aquello que no arrancaba. Llamaron a la grúa, que tardó casi una hora en llegar, y entre tanto, un amigo que nos acompañaba en el asiento de atrás y que iba más borracho que cualquiera, empezó a cagarse en todo, farfullando insultos en inglés y gritando a las autoridades (no estamos presos porque ya teníamos bastante). Cuando conseguimos que se callara y se metiera en el coche, no sin antes pelearnos con él por gilipollas, llegó la grúa, nos puso las pinzas y pudimos irnos por fin. Ahora había que ponerse en Granada… Menos mal que no había ni dios por la carretera y llegamos rápido y bien. Y menos mal que no nos encontramos otro control, porque a saber qué hubiera pasado si nos paran y me hacen soplar otra vez… ¿se hace responsable la guardia civil de Motril? ¿Nos chupamos otra posible multa por conducir bebida? En fin, muy loco todo…
Al día siguiente, sin apenas haber digerido la experiencia, nos fuimos al Apeadero para presentar a concurso nuestro microteatro “Christian Bale es un gilipollas”. No me voy a detener mucho en esta parte, pero también fue muy surrealista. Quedarnos fuera es algo con lo que siempre se cuenta pero, siendo objetivos, la que pasó no fue la mejor de las tres obras, y el amiguismo no es ético en un concurso. Como no lo es que se presente gente de la propia organización o que pretendan cobrarnos entrada a los que participamos en el festival para ir de público a ver a los compañeros. Estaba todo desvirtuado.  
El domingo, por fin, cerramos un intenso fin de semana con “¡Hoy dan una de piratas en la calle!”, nuestro espectáculo para peques que hicimos con otro miembro de nuestra compañía en una comunión en Riofrío, donde conseguimos, además, posibilidad de bolos para el futuro.
Es difícil explicar cómo funciona la mente para ordenar y dar sentido a todo lo vivido y que, aparentemente, se queda en algo anecdótico, pero mi cabecica ha entendido cosas que han supuesto un aprendizaje a muchos niveles. El éxito, el fracaso, la valentía, la determinación… todo es actitud. La autocrítica me ha hecho valorar aún más lo que tengo y me siento sobradísima ante las consideraciones ajenas, o las posturas elegidas por estrategia. La vida es como el tequila. A veces la aderezamos un poco, y otras es mejor tomársela a palo seco, sin sal ni limón.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Vértigo

Todos tenemos un sueño que se nos repite, que aparece de forma regular. El mío es caer al vacío. A veces soy yo la que cae, y otras veces es otra persona la que lo hace, pero yo siento el vértigo igualmente. De un tiempo a esta parte, ese sueño viene surgiendo de forma habitual cada noche. Yo no sé interpretar los sueños pero sí podría darle muchas lecturas a lo que es el vértigo y, en mi caso, es fácil adivinar lo que significa. 
Cuando el presente está cojo y el futuro lo vislumbras sin pata alguna de la que cojear, el miedo se te mete dentro y te paraliza. Nuestras vidas son una sucesión de aciertos y fracasos, y cuando te señala para que decidas estás escribiendo tu historia, y eso no es algo que se tome a la ligera. No soy buena tomando decisiones. No soy buena en casi nada que sea importante. Habré fracasado haga lo que haga, y habrá dolor y lágrimas en cualquier camino que decida coger. Quizá por eso, tomo el atajo de la "comodidad", aunque eso signifique hacerme reproches continuos y seguir en pie de guerra con mi propio mundo. 
También es vértigo que queden 25 días para ese día 25 (un número que en el pasado ya marcó dos veces la tragedia). Y si ese día se presenta como lo imagino, se darán la mano el éxito y el fracaso, la alegría y la tristeza, las dos incógnitas por despejar. O puede que ese día pase sin más y que yo no esté ahí.
Me da vértigo mi propio instinto, pasarme de rosca y que nadie esté ahí para recogerme, la tentación, la vergüenza y el día después; mi propia vulnerabilidad. Y que todo sea para nada. Y que nada signifique todo. Y la memoria. 
A veces creo que esto ya lo he visto, que estoy de vuelta, que sé cómo acaba la película. Y esto de saber tanto y no saber para qué...   
                                                    ...
                                                        ...
                                                             ...
                                                                  ... es lo que más vértigo me da.