lunes, 5 de agosto de 2024

Despertar

España ganó la Eurocopa. Pero el 2-1 no fue sólo el resultado que le dio la victoria. Era mi resultado, el que me animaba a mirar más allá de los números. Y al día siguiente, mientras aún subyacía la esperanza, pensé que pasara lo que pasara en los próximos días, el cúmulo de rarezas coleccionadas tendría que verlas como el faro que alumbra el mar por la noche. Porque quizás todo encajaba; o quizás no, y sólo se quede en algo anecdótico muy lejos del perseguido resultado final. Pero quería dejarlo registrado antes del temido momento en que me tocara despertar. Y el caso es que, a medida que pasaban los días, fui sintiendo como si algo ya me estuviese queriendo preparar para ello. Despertar con otros ojos, con otra visión, para vivir como si no hubiera un mañana del que temer, aprovechando lo que tengo (mientras lo tenga), divirtiéndome con tonterías, y haciendo lo que quiera sin esperar nada a cambio. Cuando vas bien, en el fondo lo sabes, aunque el camino se haga demasiado largo y cansado y den ganas de tumbarse en cualquier lado y pasar de todo. 

Ayer vi una de las pelis más malas y ridículas que se hayan hecho, con uno de los actores que menos me gustan, y con el humor más simplón del mundo. La vi porque, por casualidad, alguien la comentó; en realidad, comentó su final, y me sentí tentada a comprobar lo que decía. Así que la busqué y me la guardé para verla en alguno de esos momento coñazos y aburridos del verano en los que no sabes qué hacer y te pones “algo ligerito” para pasar el rato. Supongo que tenía que ver esa peli. Nunca lo hubiera hecho por mí misma, así que supongo que tenía que toparme con ese comentario que me llevó a ella. Y sí, es una peli estúpida hecha para estúpidos que, sin embargo, te hacen pensar (suponiendo que no seas estúpido y la vieras por casualidad).

Desde aquella final hasta esta película, pasando por la historia y origen del mundo, he estado intentando reubicar mis ideas, armar un puzle difícil, entender algo que aún no entendía. Tenía pistas, muchas, tenía a mi espejito mágico al otro lado del Canal de la Mancha, pero el faro seguía alumbrando un mar incierto, oscuro, y lleno de peligros y bichos de otros mundos. Hasta que algo por fin ha hecho click, y las piezas del puzle han empezado a encajar, y el faro ya no sólo alumbra el camino, sino que te ilumina.

Todo parece tener un nuevo sentido, pero aún necesito tiempo para creérmelo. Creerme que cuando no esperas nada, llega algo. Que las oportunidades hay que agarrarlas, pero sin someterte a ellas. Que el azar no es controlable y de poco sirve ponerse o quitarse (mejor tomarse una birra y aceptar lo que te toque). Me cuesta porque, en parte, siento que estoy renunciando, que me estoy rindiendo, que me estoy conformando. O igual todo esto es la tormenta que precede a la calma como una especie de esperanza autoinducida. En cualquier caso, ¿cómo ignorar lo que parece obvio? 

Da igual lo que pase, y da igual cómo funcione esto porque no puedo hacer mucho más que intentarlo. Tengo un barco, una tripulación y un faro que funciona. Sólo tengo que aprovechar lo que pueda, y dejarme llevar por las olas. Y confiar en que ÉSE es el camino. Parece fácil. Y hasta suena bien. 

Estamos aquí un segundo. 
Nada es tan importante. 

Pero eso lo entiendes al despertar. 

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