domingo, 20 de septiembre de 2020

De trampillas, (des)conciertos y digestiones

 A principios de año, antes de que el mundo se echara a dormir, se me ocurrió apuntarme al casting de "Ahora Caigo". Pueden tardar en convocarte o pueden hacerlo en seguida, y a mí me convocaron en seguida. Hacían casting presencial a finales de enero en Granada, y a pesar del resacón que llevaba ese día, pasé dos filtros y me enfrenté a un examen de nivel; pocos días después me llamaron para concursar. Me reservaron mi vuelo a Barcelona el 10 de marzo y grabamos el programa el 11 por la mañana. Tres días después, se declaró en nuestro país el estado de alarma. 
Es de esas cosas que cuando las miras con perspectiva te hacen pensar que las cosas que nos suceden (al menos muchas de ellas) no las controlamos. Creo que lo llaman destino. Sin embargo, nos vemos expuestos a tomar decisiones conscientes en muchas ocasiones. Y aquí es donde pensamos que nuestro rumbo lo marcamos nosotr@s. Tomar decisiones no siempre es fácil, y cuando tomas una, la sensación que te queda después es la que te dice si has acertado o no. Yo creí haber tomado una mala decisión en el concurso. 
La suerte se puso de mi parte una vez más y me hizo ganadora (pese a las bajas probabilidades de serlo ya que sólo gana un@ de 11), pero esta vez dependía de mí ganar más o perderlo todo. Me planté por no tentar a la suerte, y me torturé mucho tiempo pensando que fue una mala decisión. Estoy casi segura de que podía haber arriesgado y ganar más, pero mi confianza estaba minada por influencias ajenas, falta de sueño y los nervios propios del momento, así que decidí salir de allí con mi pequeño botín, aunque se me quedase la espinita clavada para siempre. Con todo, ese pequeño botín, me ha salvado de la ruina absoluta derivada de la pandemia, así que me puedo dar por satisfecha. Y aunque me quedara con las ganas de saber que en otras circunstancias hubiera podido doblar, me consuelo con el pensamiento de no haber caído en la trampa y que me abrieran la trampilla. Los presentimientos existen por algo. Así que quizás no fue una mala decisión después de todo. 
La emisión del programa estaba prevista para abril, pero el estado de alarma obligó a retrasarlo y finalmente lo emitieron el 1 de septiembre. 
También por esas fechas, febrero-marzo, me vi tomando otras decisiones más o menos conscientes, pero de las que se toman más con el corazón que con la cabeza, y en las que no te paras a analizar las posibles consecuencias de las mismas. De esas cosas que estás "destinada" a hacer por alguna razón que aún no se podía entender, y que ahora empiezo a vislumbrar. 
Sé que fue una buena idea, estoy segura de ello, pero quizás sea de esas cosas bonitas que nos regala la vida por un espacio de tiempo limitado, porque el terreno que piso parece estar hecho de arenas movedizas en las que, si te hundes, te hundes con todo. Y ese todo es muy frágil. 
Volver a verle la cara a un pasado que tiene los colmillos afilados asusta mucho, y es un trabajo interno muy complicado entender que, por mucho que amenace con morderte, no lo va a hacer a menos que tú se lo permitas. Y la reacción normal (parezca dramática o no) es huir en cuanto le ves las orejas al lobo. Pero tú apuestas por hacerte amiga del lobo, entender su naturaleza y no dejar que anule la tuya, sino que la complemente. Y te haces mil preguntas, y en un acto de valentía se las planteas a él, y él no sabe, y tú tampoco, y seguimos mirándonos de reojo en un mar de miedos y esperanzas que sólo en la distancia parece estar sereno. 
Supongo que hay cosas que no se pueden digerir, que producen acidez. Cosas que no están hechas para decirse. Por eso existe la poesía, la música o cualquier otra expresión artística; el arte dice lo que la boca no puede. Y en un intento más de rescatarme a mí misma (y puede que con ello, todo lo demás), he encontrado un camino muy bien iluminado que ha despertado mi curiosidad, por todo lo que promete y porque mi cabecita (al margen de "tanta intensidad") ha conseguido racionalizarlo. Y quizás no me encuentre del todo nunca, quizás sea una mezcla rara de muchos números y quizás nueve heridas sean demasiadas para una vida, pero he ordenado las ideas en tiempo récord y ahora ya sé por dónde empezar el camino. 
Desde aquel 11 de marzo hasta hace dos días, la palabra clave ha sido la misma en diferentes situaciones. Una palabra difícil de cambiar, pero factible. Y aunque cada día aparezcan nuevos desconciertos poniendo a prueba mi seguridad, ahora ya sé lo que tengo que hacer: reconocerlo todo y variar el rumbo. Porque a través del espejo está la respuesta, y en ese lugar hay más dinero acumulado, más conciertos que desconciertos, más sueños que indigestiones y toda la verdad del mundo. 
Que la verdad sólo duele cuando no la aceptamos. 
Y hacerse amiga de la verdad es hacerse amiga del lobo para no tenerle miedo nunca más.