jueves, 26 de marzo de 2020

Esto es algo pasajero

Llevo 15 días en casa, y me quedan 15 días más como mínimo. En este confinamiento, que finalmente se ha alargado, debe haber millones de historias distintas que merezcan ser contadas, pero yo sólo puedo contar la mía. El mundo entero se ha parado y nos hemos visto obligados a aislarnos hasta que todo pase. Al principio lo llevé bien, sin darle mayor importancia a nada. Pero también ha habido días de nerviosismo, de ansiedad, de desesperación por que todo esto acabe y volvamos a la normalidad, pero no tengo muy claro qué es la normalidad, y ahora incluso me pregunto si realmente quiero volver a ella. Porque esta situación horrible me está dejando momentos maravillosos que en condiciones normales probablemente no se hubiesen dado: la magia de salir de casa sin hacerlo, de estar cerca de alguien que está muy lejos, de compartir una idílica y perfecta burbuja donde es imposible sentirse sola y donde todo parece funcionar bien. El estado de alarma se levantará en algún momento, y será una gran noticia, pero mientras dure aprovecharé todo lo bueno que me está regalando. Porque, al igual que el virus, la felicidad también es algo pasajero. Cuando todo lo malo termine, todo lo bueno que me está pasando también terminará. Ya no habrá burbuja compartida, sino que volveremos a encerrarnos cada uno en la nuestra. Volveremos a ser independientes y autosuficientes y no necesitaremos que haya nadie "al otro lado". Veremos películas y series cuando nos apetezca sin compartir ese momento con nadie más. Volverán los mensajes sin respuesta inmediata, los monosílabos, "aquí no tengo cobertura", "mañana lo escucho"... Volveremos al cada vez más tú y cada vez más yo, sin rastro de nosotros, y dejaremos de ser tan... ¿patéticos?
Sí, sé lo que viene después, por eso me asusta que ahora, siendo todo tan ideal en muchos aspectos, pueda perder de vista que esto no está pasando de verdad, que no es real, que son solamente mentiras piadosas que nos contamos para "sobrevivir", para llevarlo mejor, para sentirnos menos solos. Pero aún sabiéndolo y conociendo los códigos, es difícil no dejarse llevar un poco por la magia contenida en este sueño surrealista del cual, cuando despertemos, sólo quedará un recuerdo bonito, y la certeza  de que lo que hicimos y lo que dijimos era necesario en esos momentos, que estábamos siendo egoístas por supervivencia, aunque el cuerpo lo sufra cada día más.
Estar encerrada es una mierda, pero debo decir que esta mierda me gusta.


lunes, 16 de marzo de 2020

Encerramiento

Pues sí, como (casi) todo el mundo, llevo encerrada en casa desde el viernes pasado. Aún no estoy de color amarillo simpson porque eso de tirarme varios días seguidos sin salir, ya lo he hecho muchas veces por elección propia, pero cada vez va siendo más necesario tomar el aire, caminar y escuchar el ruido que hace la vida. No sé si esto durará los 15 días estipulados por decreto, si se levantará antes el estado de alarma o si, por el contrario, se incrementará en 15 días más, pero las consecuencias (sobre todo en el último caso) van a ser terribles. Ya no solo a nivel personal sino a nivel económico y social. Razones no faltan para estar, como estamos, con el culo apretao, porque si no conseguimos bloquear el virus rapidito, el remedio va a ser peor que la enfermedad.
Mi abuelo decía que los años bisiestos son años de catástrofes ("Año bisiesto, ni viña ni huerto", "Año bisiesto, año siniestro", etc.) y todo esto que estamos viviendo lo confirma. Yo por mi parte pensé, que el 2020 me venía sonriendo: nuevos proyectos, reconciliaciones, fortaleza emocional, llegar y besar el santo en Barcelona... y ahora, de pronto, bolos suspendidos, nada de ensayos, cosas que pagar y cero ingresos, no sé... Habrá que vivir al día con tranquilidad y esperar lo mejor, supongo.
Yo que soy muy de listas, me he hecho una lista de cosas que hacer durante la cuarentena y de momento voy bien: lectura atrasada, limpieza general, repaso de canciones, series y pelis pendientes, ordenar armarios y cajones, y no descarto grabar vídeos para seguir entreteniéndome con mi editor. Tengo además una azotea a la que puedo subir y mirar el cielo, un perro al que pasear para que me dé el aire y una nevera que llenar y que me obliga a ir al super (aunque esto último intento evitarlo porque la peña está muy loca). Y entre esto, los memes simpáticos que van saliendo, el sentido del humor que hace que el ingenio se agudice en tiempos de crisis y, sobre todo, el bendito whatsapp, el encerramiento se hace más llevadero.
Porque a pesar de estar lejos, estamos más cerca que nunca.