miércoles, 22 de abril de 2020

Futuro imperfecto

Con la de tiempo libre que tengo y lo poco que escribo. Lo pienso, prácticamente, todos los días, y la verdad es que no escribo más porque no tengo tanto tiempo libre como cabría esperar. Si no llego a "aburrirme", que es cuando me suelo poner a pensar en cosas profundas, no se me ocurre nada que escribir. Sentí la necesidad de hacerlo el fatídico 4 de abril, cuando la noticia de la muerte de Aute nos pasó por encima a todos como una apisonadora, pero estaba tan abrumada que no fui capaz de ordenar cuatro palabras seguidas; lo dejé reposar. Los días siguientes los llené con múltiples quehaceres y esperé a que pasara el tiempo que fuera necesario hasta que las ganas de escribir fueran más fuertes que todo lo demás.
Conocí a Eduardo en 2007, después de un concierto. Meses después, con una carta manuscrita, "me besaba los pies" en la postdata. En 2012 volví a verlo por última vez. Sentir que alguien a quien admiras te abraza con ganas, te mira como si fueras única, te quiere conocer más... es un regalo de los dioses. Aute fue un genio creativo y es precioso que haya dejado tanto de todo para seguir sintiéndolo cerca aunque se haya ido demasiado lejos. Junto a otros, me salvó la vida en los peores momentos que pasé en Madrid, y para eso no hay palabras de agradecimiento, sólo hay BELLEZA. La belleza de lo inexplicable, de lo mágico, de lo que no se olvida nunca. Yo me quedo con el alma de tu cuerpo.





Y aunque estemos encerrados, el mundo sigue girando, la vida y la muerte siguen su curso, y nos siguen ocurriendo cosas. En estos casi dos meses, aplaudimos y abucheamos desde los balcones, Sabina se recupera en casa de aquella fatal caída del escenario, el cielo se limpia de contaminación,  La Tertulia cumple 40 años, las residencias de ancianos se vacían,  los hospitales se llenan, los vivos lloran a sus muertos por Skype, la clase política sigue dando pena, los animales campan a sus anchas por el mundo, la policía canta el cumpleaños feliz a los niños con un megáfono, las rrss echan humo, Trump sigue respirando, cancelamos planes, inventamos planes nuevos, añoramos otras manos, nos consolamos con las propias... Y después del 10 de mayo, emprenderemos un nuevo proceso de readaptación a la sociedad, y se acabará la parte idílica (que la hay) de este confinamiento. Desear que la libertad no se lleve lo bueno es mucho desear. 

Para ese (des)esperado futuro me encuentro trabajando ahora en varios proyectos, y para salir más reforzada a todos los niveles me estoy poniendo al día con muchas cosas: escucho música clásica, toco tanto la guitarra como cuando "me confiné" en Madrid, leo todo el tiempo, veo todas las series y pelis que puedo y, haciendo un esfuerzo muy grande, hasta intento mantenerme en forma. Pero lo más productivo están siendo los ensayos "sabineros". Y la falda muy corta es el nombre del dúo acústico que he formado con ese otro ser humano que me hace ser (demasiado) humana a mí. Debo decir que, sin querer pensar mucho en las consecuencias, nunca hubiera imaginado (y mira que me he imaginado cosas) que fuera Sabina quien (re)uniera a estos dos idiotas para un propósito común.