domingo, 31 de diciembre de 2017

Maneras de cerrar una puerta

De un portazo
Despacio y sin hacer ruido
Echando la llave y dejándola puesta
Echando la llave y tragándotela
Poniéndole tres candados al cerrojo
...

Hay muchas maneras de cerrar una puerta, pero ninguna sirve si te quedas esperando a que vengan a abrirla desde el otro lado (o a que la derrumben, si hace falta). Y para cerrar puertas hay que haberlas abierto antes. Abrir puertas es descubrir cosas, y como seres curiosos, nos gusta saber qué se esconde al otro lado. Cuando no nos gusta lo que vemos, cerramos la puerta y seguimos. La teoría es así de simple. Pero ¿qué pasa si lo que vemos nos gusta pero nos da miedo? ¿Qué pasa si nos resulta tentador pero no nos conviene? ¿Qué pasa con los "peros"?

He comenzado el invierno resfriándome y con el otoño de mierda que dejo atrás, es todo un logro que no me haya enfermado antes. Después de una semana de encerramiento forzoso, el virus ha desaparecido pero yo sigo sintiéndome decaída. Es otro tipo de virus que me contagiaron en su momento, y no se ha inventado un Frenadol para eso. Tampoco ayuda estar en estas "fechas señaladas", en las que parece que hay que ser feliz por cojones y celebrarlo todo. Mi cabeza soñadora se había imaginado mil maneras bonitas de pasar la navidad y la realidad no se parece a ninguna de ellas. 
Hoy es el último día del año y la gente hace su lista de propósitos, su lista de puertas por abrir. Yo, en cambio, tengo una lista de puertas por cerrar, y la empecé antes de venirme a Granada, porque para mí el año terminó el 22 de diciembre, y con él, algunas cosas más. No espero que el 2018 esté lleno de alegrías. Me conformo, de momento, con que no esté lleno de penas. Me conformo con que se lleve el desamparo. El jodido desamparo que en sí mismo encierra todo lo malo y, como una mala resaca de vino, se te pega a la nuca y te señala culpable. Para empezar, necesitaría encontrar un trabajo que no sea demasiado deprimente y me genere las ganancias suficientes para seguir en Madrid, lo que además me permitiría centrarme en algo que no sean mis propios pensamientos. Tantas cosas han estado rondando por mi cabeza los últimos meses que me he agotado. Me he agotado de pensar y que no sirva de nada. Cada decisión que he tomado ha abierto otros caminos en los que hay que seguir decidiendo cuál escoger, y me he cansado de eso. Tengo la impresión de estar en un laberinto haga lo que haga, así que mejor me quedo quieta y dejo de buscar. Quizá si me paro me encuentren a mí. 


Creo que Woody Allen tiene razón: las relaciones humanas son incomprensibles, y locas y absurdas pero las mantenemos porque necesitamos los huevos. Las personas somos inconformistas por naturaleza (unas más que otras), nunca estamos del todo contentas, siempre queremos más, o mejor, o más grande, o más bonito, o más auténtico. Supeditamos "los huevos" a nuestras propias expectativas y si no están a la altura, cambiamos de gallina y ponemos tierra por medio con amigos, familiares, parejas... De nada sirve buscar culpables, porque no los hay. El pez grande se come al pez pequeño, pero el pez pequeño se esconde mejor. Y yo, ahora mismo, no soy un pez grande pero soy una habilidosa pezqueñina, y si no me han comido ya, hay un rayo de esperanza. 
Da igual cómo cerremos la puerta. Lo único que importa es que después de hacerlo sigamos caminando sin mirar atrás.