viernes, 24 de septiembre de 2021

CHECK!

Las luces rojas de la primera mitad del año se pusieron en ámbar el 23 de junio, que fue el día que descubrí que los seis meses anteriores habían valido la pena. A partir de julio, todas estaban ya en verde. Tenía una lista de 20 cosas que quería hacer en 2021, unas más realistas que otras, y curiosamente, la mayoría de ellas las taché de la lista mientras esperaba a que las luces rojas cambiaran de color. Acaba de empezar el otoño y puedo decir con "orgullo y zatizfación" que el 80% está hecho. Y me refiero a cosas que, cuando las apunté en mi lista, ni siquiera yo me creía que pudiera alcanzarlas. Al menos en esos momentos. Por poner un ejemplo, una de las cosas que escribí fue superar mi amaxofobia y (entre paréntesis) "si lo consigo, comprarme un coche algún día". Empecé a conducir el coche de Mario regularmente durante semanas, y de pronto un día, nos roban el catalizador y nos quedamos sin coche. Lo que parecía una desgracia resultó ser un deseo cumplido (de los poco realistas): comprarme un coche. No soy Alonso, ni me animo a hacer viajes largos todavía, pero conduzco MI coche cuando me hace falta, y a veces, hasta por placer (doble check).

El verano lo he tenido bastante ocupado: grabé mi primer audiolibro, me fui de viaje a Barcelona, limpié, ordené y redecoré mi casa (que me llevó 8 días a tiempo completo e innumerables bolsas de basura con cosas que ya no necesitaba), y me vine a mi piso de la playa para terminar un par de proyectos que tenía dando vueltas en la cabeza y para los cuales necesitaba "cambiar de ambiente" (check). Aquí sigo, de hecho. Me vine para tres días y llevo casi una semana. Es increíble lo que se aprovecha el tiempo cuando no hay distracciones. Como me gusta estar sola, pero no sentirme sola, me traje a mi perro conmigo, y como tenía que sacarlo a pasear, hemos acabado yendo a la playa cada día y me he bañado más que en los últimos veranos juntos. Este entretiempo es maravilloso, cuando no hace ni frío ni calor y puedes dormir desnuda con una sabanita por encima, ir a la playa sin achicharrarte ni cagarte de frío al salir del agua y, en fin, andar vestida por tu casa y no en bragas como una tarzana cualquiera.

Mi viaje a Barcelona merece una mención aparte, pero no tuve tiempo de escribir en su momento. Era otra de las cosas de mi lista. Tenía un billete de avión que cancelé el verano pasado y me caducaba en agosto, así que o lo gastaba o lo perdía. Sinceramente, cuando apunté "gastar el billete de avión" no creí que acabara haciéndolo, supongo que porque cuando lo escribí en la lista, lo último que me apetecía era viajar, y cuando se fue acercando la fecha límite, tampoco estaba muy segura de qué destino elegir con tantas restricciones y movidas. Cataluña estaba especialmente "mal" con la incidencia de contagios en esos momentos, pero no sé por qué, Barcelona era la ciudad que más me llamaba. Tenía otras opciones como las islas, que descarté porque pedían certificado de vacunación para ir allí y yo aún no estaba vacunada con la pauta completa, y Asturias, que también descarté porque es un destino al que le tengo muchas ganas pero (por razones personales) no era el momento. Quería un viaje para pasarlo bien, y no me lo hubiera pasado bien en Asturias. Barcelona, en cambio, me ofrecía muchas cosas, entre ellas algún que otro amigo, y sin darle muchas más vueltas compré el billete. Salir del aeropuerto del Prat no fue la odisea que yo me esperaba, y me planté en Plaça de Catalunya en ná y menos. Me alojé en un hostalito de la Rambla, junto al mercado de La Boquería, y esa misma tarde me fui a conocer la Barceloneta. A la vuelta, por la noche, me recorrí gran parte del Born y del Barrio Gótico, y en la Plaça del Pi, un tipo borracho que vendía dibujos se puso a hablar conmigo (hablar es un eufemismo) y como le dije que era de Granada y él era fan de Miguel Ríos, me acabó regalando uno de sus dibujos (debió pensarse que el hecho de ser de Granada me convertía en pariente cercana de Miguel). A la mañana siguiente quedé con mi amigo Eduard para tomar algo (una quedada más corta de lo que nos hubiese gustado a los dos). Nuestra charla, casi meramente profesional, me brindó una frase que apunto para no olvidarla "si la vida te da la oportunidad de hacer algo, no lo pienses y hazlo. La razón siempre tiene buenos argumentos para que te quedes como estás, y además te convence de que es una decisión acertada". Viniendo de boca de alguien que fue más intuitivo que racional en su momento y le salió bien (bien es quedarse corta), me tatúo esa frase a fuego en la memoria. Por la tarde-noche me cogí el metro hacia Plaça de Sants porque eran las fiestas del barrio y quedé allí con otros dos amigos: Andrés y Migue. Es indescriptible el placer que da reencontrarte con gente que hace años que no ves. Ambos eran colegas de la época universitaria, con Andrés incluso compartí piso un mes y medio. Volver a verlos fue un regalo para mí, porque ellos también estaban de vacaciones (en su caso por el sur) y hasta un día antes no estábamos seguros de que fuésemos a coincidir. Quiso el destino que así fuera, y fue la noche más guay de todas, la única que salí de fiesta, bebiendo en la calle como en los viejos tiempos (me siento mayor diciendo esto, pero es así) y acostándome a las 3 y pico, feliz y contenta, y con otro recuerdo de BCN: un vaso de las fiestas de Sants que sólo costaba 1€ (y 1,5€ rellenarlo, así que también me acosté borracha). A Migue lo volví a ver al día siguiente cuando fui a visitar el Park Güell, porque a él le pillaba por la zona, y cenamos juntos (el parque ni lo vi porque ahora cobran por entrar a cualquier sitio). Puedo decir que es de lo poco que no vi porque, por lo demás, me recorrí gran parte de la ciudad, y el 90% andando, así que me topaba con un monumento a cada paso. El último día hasta me pasé por la casa natal de Serrat, en el Poble Sec, que no tiene nada que visitar porque sólo es una placa en un edificio, pero me pillaba medio de paso para ir a Montjuic. Esa noche, que ya era la última, cené en un restaurante del Paseo de Colón ("Picnic", si no recuerdo mal) mirando al mar, y al camarero le debí caer bien porque estuvo todo el rato sentado a mi lado en la terraza hablando conmigo, y me invitó a un chupito antes de tener que irme (porque estaba en la gloria pero tenía que levantarme a las 6 para llegar a tiempo al aeropuerto al día siguiente). La ida fue Granada-Barcelona, pero la vuelta era Barcelona-Málaga y el avión llegó antes de lo previsto. Por suerte, el conductor del autobús a Granada se enrolló y me metió en su viaje para que no tuviera que esperar una hora y media al siguiente autobús (que era el que yo había comprado por si había retraso). Para la hora de comer, ya estaba en Granada (check).

Desconectar siempre es un placer. A veces, es incluso una necesidad. No hace que por arte de magia te olvides de todo, pero te da otra perspectiva. Seguramente, la que necesitas. Quizás no para olvidar (de hecho, no debemos olvidar) pero sí para que no nos afecte. Y si no, siempre puede aparecer alguien para decirte que "tú no eres tan histriónica", que "no hay comparación posible", que " fuera, porque quien le hace daño a mi Beba me lo hace a mí"... y esas mentiras piadosas (o no) que te dice la gente que te quiere. Y este año he podido descubrir quiénes son esos (los que están ahí, los que se quedan en tu vida aunque sea de lejos, los que se disculpan cuando la cagan contigo), lo que te deja ver mejor quiénes son los otros (los que nunca están, los que ponen excusas increíblemente estúpidas para no verte, los que se van sin remordimientos, los que nunca te pedirán perdón). Y aunque sea triste resignarse ante ciertas cosas, es infinitamente más triste tragar con todo. Una purga, aunque sea amarga, siempre va a ser la mejor opción, y yo ya estoy casi limpia. 

Hoy regreso a Granada con el trabajo terminado y mil ganas de meterle mano a la siguiente fase del proyecto, que empieza a tomar una forma tan real que me asusta. Sólo que ahora, todo lo que me asusta lo convierto en un reto y lo añado a la lista. Porque de verdad, de verdad, que es un placer poner check!