lunes, 30 de octubre de 2023

Entre dos cielos

El sábado escribía esto más o menos a la hora en que la gente hacía cola en la puerta para entrar. Primero un número cortito de calentamiento. Luego, veinte minutos de emocionante espera. Y, por fin, el momento tan ansiado. Yo lo seguí desde el aire, recordando las calles que anduve hace años. Trazando las líneas imaginarias que unían las tres ciudades. De nuevo aquí cerca, casi a la misma altura, más cerca que la última vez, a pesar de estar en otro país. Y, como la ultima vez, había luna llena. Me gusta dejarme sorprender por cosas así. Me gusta el paralelismo de los caminos, con sus baches y sus refugios, y sus montañas y sus valles de por medio. Me gusta el escalofrío que me recorre cuando escucho o leo lo que yo ya había dicho o escrito antes con las mismas putas palabras. Y me gusta ver cada día frente a mí los trozos de papel con los consejos que no sé darme. 

El domingo por la mañana, medio dormida, me enteré de la muerte de Matthew Perry, y me quedé un rato más en la cama llorando. Creo que lo que me hizo llorar no es exactamente que haya muerto. Hace unos meses lo vi en una entrevista con Tom Power presentando su autobiografía y también lloré. Porque tuvo que pagar un precio demasiado caro por vivir en este mundo, y porque intentó levantarse mil veces y siempre caía de nuevo. Y porque había escrito un libro para ayudar a los demás porque no sabía ayudarse a sí mismo. Al menos no por mucho tiempo. Y cuando parecía que ya estaba bien, que había superado mil obstáculos con cierto éxito, aparece muerto con sólo 54 años. Todo apunta a un paro cardíaco, pero da igual. Da igual que sea muerte natural, suicidio, o accidente. Lo que a mí me provoca un nudo en la garganta es que haya muerto cuando por fin estaba aprendiendo a vivir. Lo que hace que se me dé vuelta el estómago es oírle decir:

For the first time in my life I knelt down and pray. And that prayer was: "Please, God, make me famous. You can do anything you want to me, just make me famous". Three weeks later I got Friends, and God did not forget about the second part. 

(Por primera vez en mi vida me arrodillé y recé. Y esa oración fue: "Por favor, Dios, hazme famoso. Puedes hacer lo que quieras conmigo, solamente hazme famoso". Tres semanas después entré en Friends, y Dios no se olvidó de la segunda parte)

Ojalá "dios" le hubiese dicho en ese momento: Dios eres tú, y tú eres el único responsable de lo bueno o de lo malo que te pase. Tal vez entonces hubiera entrado en Friends por creer en su propia suerte, y sin deberle nada a nadie. Tal vez entonces hubiera manejado mejor su vida, sin dejarla al azar del destino. Le rezó a dios, pero suena más a pacto con el diablo. 

Y esto me lleva a pensar que algún día me levantaré con noticias peores, con muertes que me afecten muchísimo más. Me asusta imaginar un mundo donde ya no estén ciertas personas. Me asusta tanto que me cuesta respirar sólo con pensarlo. 

Es justamente Perry (ningún otro friend) el único que ha tenido algo que ver contigo. Una casualidad "extra".

No te me mueras nunca.