domingo, 20 de noviembre de 2022

Polvo de estrellas

Ayer empecé a ver una serie documental que me habían recomendado. Se titula “Cosmos”. No es un peñazo científico infumable como puede parecer de entrada. Es una puta maravilla. La música es de Alan Silvestri (el de "Forrest Gump"), y en la producción está Seth MacFarlane (el de "Padre de Familia"). Sólo voy por el primer episodio y te vuela la cabeza observar lo ridículamente pequeños que somos. Nuestro planeta (tan inmenso como nos parece) es un grano de arena en un desierto infinito. ¡Un grano de arena en un desierto! Lo que equivale a… nada, prácticamente. Y sin embrago, cuántas cosas contiene esa nimiedad que llamamos vida. De la misma explosión cósmica con la que se formaron los planetas, nació la vida. Y eso somos, porquería cósmica. Energía. Estamos formados de los mismos elementos que una estrella. Venimos de la misma explosión de partículas. 

Interiorizar todo esto te hace entender mejor esa frase de Sócrates de “sólo sé que no sé nada”. El ser humano es lo mejor y lo peor que le ha podido pasar a la creación. Cuando te das cuenta de lo azaroso del universo, casi te da miedo pisar sin querer una hormiga andando por la calle. Porque para que esa hormiga estuviera ahí han tenido que pasar infinitas combinaciones de cosas. Y nosotros, creadores como somos por naturaleza, también destruimos. Somos la única especie que destruye por placer, o por ignorancia, o por sadismo y no por mera supervivencia. Estamos en un equilibrio increíblemente frágil con todo lo que nos rodea, pero no somos conscientes de ello. Y con todo lo que nos rodea me refiero, no sólo a eso que podemos percibir con los sentidos, sino a lo que está más allá de nuestros alcance, lo que no veremos en nuestra puta vida, lo que ni siquiera la ciencia ha podido conocer aún. 

Es muy loco saberse parte de algo tan indescriptiblemente grande y, a la vez, es de lo más revelador. Y en nuestra torpe simpleza, es hasta entendible que en su momento (y hasta hoy) inventáramos un dios, un ser sobrenatural que lo hizo todo. Es normal que inventáramos un cielo para no cagarnos de miedo. Porque nuestra mente diminuta no es capaz de albergar tanta inmensidad, ni entender la complejidad del cosmos.  

Nuestra azarosa existencia no es nada si nos comparamos con tanto, por eso lo único que le da sentido, y que te empuja a ir mas allá de la vida es aquello que te eleva por encima de ella. Le escuché hace poco a José Sacristán decir “el arte está ahí porque la vida no es suficiente”. No se puede expresar mejor una idea con tan pocas palabras. A mí el mundo físico me interesa más bien poco, a menos que contribuya a mi existencia como algo más que un mero ser que nace, crece y muere. El arte, en todas sus múltiples formas, es una expresión de lo que llevamos dentro, de lo que no se puede decir y punto, porque va más allá de la simpleza. Transmite lo impalpable. Y tiene un poder sobrenatural tanto para el emisor como para el receptor. Te hace sentir cosas. Esa es la vida dentro de la complejidad que no podemos entender. Sin eso, sólo eres algo que respira. No te diferencias mucho de esa hormiga que pisaste. Sentir cosas (agradables o no) y dejar que te guíen... eso es estar vivo. Y crear. Y cuidar lo que ya se ha creado. Y así, con suerte, al morir entenderemos mejor nuestro lugar en el universo antes de regresar a él como el polvo que somos. Polvo de estrellas. De eso estamos hechos, y a eso volveremos para seguir creando el infinito universo. 

PD. Vamos a rematar esta paja mental escuchando a David Bowie. Cierra los ojos...