sábado, 30 de septiembre de 2023

Sweet September

No quería dejar pasar el mes de septiembre sin escribir, porque septiembre ha venido cargado de sorpresas, trabajos y cosas bonitas.

Este verano he pasado muchos días de agosto y algunos de septiembre en el piso de la playa, donde empecé a escribir Los diarios de la Costa Tropical, más para mi orden mental y de trabajo que otra cosa. Tenía que escribir artículos, tenía que pulir quince páginas de monólogo y tenía que trastear el Premiere para ir cerrando proyectos. Estar sola en la playa con mi perro, el mar, y veintitantos grados (en lugar de los 40 de Granada) era lo que necesitaba para centrarme. Además, descubrí que podía usar los datos del teléfono en el portátil para trabajar más holgadamente, lo que hizo que alargara mi estancia de unos días a unas semanas. Ni siquiera la DANA famosa de finales de agosto se dejó ver por allí, salvo por dos chapetones puntuales de madrugada que no afectaron al buen tiempo. Estuve tan a gusto que pude terminar con casi todo lo planeado, e incluso me quedó tiempo para ver la superluna azul en una noche que fue mágica por otra razón. 

Me volví a Granada el 7 de septiembre, dejando atrás un festival, trabajos terminados, y bañitos en la playa con mi perro, para incorporarme poco a poco a mi vida normal. Pero empezaron a llegar cosas que no se parecían a lo normal, como un trabajillo que, si me dura, me puede mantener a flote y que, combinado con lo que vaya saliendo de bolicos y cosas, hasta me puede hacer juntar un sueldo digno todos los meses. De hecho, a los pocos días de empezar en ese trabajo, pasé un casting para un curro de actriz en un programa de Canal Sur. Un trabajo puntual, pero que me dejó un dinerico, y una experiencia de lo más chula. También han salido a flote el tema de las animaciones, el micro y hasta la propuesta de presentar un festival. Y todo esto ha ido sucediéndose en poco más de una semana. 

Pero septiembre no sólo me ha traído trabajos y proyectos interesantes, también me ha traído a personas con las que había perdido el contacto (como Joan o Eduard que reaparecieron de la nada), otras que estaban más alejadas por circunstancias (como Aly, Sebas, Juan o Chelo) y algunas que no veía desde hacía mucho tiempo (como Bibi, con la que compartí una tarde de cervezas a la orilla del mar). Me pone contenta saber que las personas estamos ahí, aunque a veces no parezca que estamos. 

Y no puede ser casualidad que todo este florecimiento haya ido llegando después de aquel día de julio en que decidí librarme de un deseo latente para soltar lastre, a modo de parada en un hotel de carretera; un alto necesario en el camino. Un camino del que no conocemos ni su estado ni su longitud. Un camino que vamos descubriendo a cada paso, y que a veces es oscuro, ruidoso y da miedo, y otras amanece, y el sol se refleja en el mar, y es un paraíso. Y yo que no soy muy de andar, me paro, y descanso y me pongo a pensar a dónde me lleva; más aún después de haber visto dos veces seguidas el final de "Six Feet Under" (dos, porque la primera no vi ná con tanto lagrimón) que ya terminé ayer, después de que me estuviera acompañando en este sofocante verano casi cada noche. Y te quedas pensando cómo, cuándo y dónde moriremos. Si estaremos sol@s, o acompañad@s. Si sufriremos, o no nos daremos ni cuenta. Si habremos dejado alguna huella en el mundo, o si simplemente nos esfumaremos sin más. Si encontraremos respuestas antes del fundido a negro (o a blanco, mejor), o si en esos momentos ni siquiera recordaremos las preguntas. Pero sea como sea, ocurra como ocurra (espero que no devorada por un puma, ni atropellándome a mí misma con el coche, que con lo bien que conduzco no me extrañaría...), sólo espero poder sonreír, como un último acto de amor a mí misma, porque YO me voy CONMIGO, y no hace falta nada más. Al fin y al cabo, la vida es una sucesión de mentiras que nos contamos para poder seguir respirando. Una mentira más antes de morir "no nos va a matar".