miércoles, 15 de marzo de 2017

Placer en lo desconocido

La vida está llena de innumerables placeres: el sabor afrutado de la gelatina a la hora de la merienda, las 21:00 de la noche en primavera, quedar con amigos en el bar de enfrente para tomar vinos a euro, apoderarse del sofá con una buena peli y un vaso cerca o quedarte hasta la madrugada intercambiando mensajitos con gente que te hace reír. Y escribir. A veces escribir es placentero; otras veces es una necesidad. Escribo por necesidad cuando no soy capaz de verbalizar ciertas cosas y tengo que sacarlas de alguna manera, o cuando tengo tal lío en la cabeza que sólo escribiendo consigo ordenarlo. Hoy escribo por placer, por el mero placer de teclear y contar algo, por insignificante que sea.
Marzo ha llegado como una bendición en todos los sentidos: trabajo, dinero, independencia, ilusiones renovadas y el olvido necesario de errores pasados. Y cuando todo parece ir bien y logro por fin alcanzar la tranquilidad y el gusto por lo cotidiano, me dura dos días... Creo que no fui diseñada para eso. En cuanto me veo nadando en aguas tranquilas, salta un resorte en mi interior que me empuja a mares turbulentos como si la complicación fuera el motor que me mueve. Reconozco que soy un poco así y que luego me quejaré de los líos en los que me meto, pero si no fuera por ellos me aburriría muchísimo. También es cierto que no todos los líos los busco a conciencia; muchas veces vienen a mí y no sé esquivarlos (¿o no quiero hacerlo?).
El último lío que tengo en la cabeza me va a llevar a Madrid dentro de poco en un acto probablemente suicida para confirmar que, efectivamente, soy una masoquista emocional. Castings, entrevistas con salas de espectáculos, firma de exclusividad, encuentros casi a ciegas... todo mezclado en un cóctel molotov tan excitante como peligroso. Pero siempre me he fiado de mi instinto que es, sin duda, el mejor guía que tengo, y me lleve a donde me lleve estará bien (con todas las complicaciones que eso pueda generar).
Encuentro un extraño placer en lo desconocido, y es extraño porque se mezcla con el también miedo a lo desconocido. Supongo que el placer radica en la inquietud: ¿por qué da miedo? ¿por qué si da miedo accedemos? ¿por qué si accedemos estamos corriendo riesgos? ¿por qué correr riesgos nos pone tanto? Será por eso de que el que no arriesga no gana, y aún sabiendo que la posibilidad de perder está ahí, la posibilidad de ganar también, y nos resulta más atractiva... En muchas de las cosas que hago "por placer" no tengo claro qué busco; no sé qué ganaría si gano, o qué perdería si pierdo. Puede que no se trate de nada de eso. Puede que el placer esté simplemente en el hecho de dejarse llevar por inercia a algo que te da buena espina, pase lo que pase después...

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