domingo, 23 de marzo de 2025

La primavera y su luz

Se le llama acción inspirada a aquella que hacemos sin pensar, sin dudar, sin temer el resultado. Esas acciones “inconscientes” nos llevan por el camino correcto aun sin saberlo. 

La primavera llegó en mitad de una de ellas. Aunque la alegría del resultado duró menos de un día, como el sol, lo que vino después definió el camino a seguir, y a pesar de que volviera la lluvia y la oscuridad, sólo hizo falta un pequeño gesto para que su efecto lo aclarara todo, y la luz se colara entre las nubes negras. Cuando lo que quieres trae algún pero en el enunciado, no sabes lo que quieres. O, como poco, es un deseo inconsistente con tus expectativas. Las acciones inspiradas reestructuran el enunciado; les quita el pero. 

Claridad. Ésa era la esencia de todo lo que quería. Y supe que ya la había encontrado la tarde en que me vi a mí misma enfadándome con alguien por ser un papa frita, y más aún, al día siguiente, cuando el papa frita en cuestión me recordó que no se le pueden pedir peras al olmo. Si quieres peras, te buscas un peral. Y con esa sabia conclusión, saqué las ganas de vestirme, y salir… y brillar. 
Ese brillo llegó tan lejos que me reencontré con un viejo pescao que no veía desde el día en que decidí abandonar la pecera (por lo mismo de las peras y los olmos) hace ya unos cuantos años, y fue muy bonito hablar y recordar los buenos momentos, y escuchar por fin ese “I’m sorry” que tanto ha tardado en llegar. Hay que querer a las personas como son, y no enfadarte por no poder compartir las mismas cosas con todos. Para ver eso, a veces hace falta dejar correr el tiempo necesario. 
Gracias a este encuentro, pude entender que a mi papa frita le seguiré teniendo cariño por muchas razones, pero no quiero tener enfrente a alguien que no quiere tenerme enfrente a mí. Porque los olmos tienen su encanto, pero hay que recordar que nunca, nunca, nunca darán peras. Entender esto y, sobre todo, aceptarlo sin refunfuñar, es pasar de pantalla. 

Y así seguiré avanzando en el juego, sin renunciar a mis muchas palabras, ni a mi sentido del humor. Y cuando me sienta inquieta… siempre puedo volver a mojar mis ganas en las frías aguas del Atlántico norte. Que ya, si eso, las caliento yo. 


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