domingo, 11 de febrero de 2024

Diario de una escéptica en rehabilitación

A partir de mañana, y durante los próximos tres meses, estaré haciendo una especie de experimento para tratar de desatascar toda la mierda que atora las cañerías de mi vida. Porquería existencial, básicamente, un inoportuno surmenage, y una buena excusa para seguir retrasando el temido momento del cambio absoluto. Un cambio que, si no me pilla preparada, explotará como una bomba de relojería, llevándose por delante algo más que a mí misma. 

Cada domingo haré un registro de basura que reciclar (oh, my!), y para no sentir que estoy perdiendo el tiempo del todo, llevaré el trabajo estricto en línea paralela sólo por si los milagros no existen... probablemente sea ésta la finalidad última de tan absurda tarea freudiana (esto es una gilipollez, mejor me pongo a trabajar...). Bienvenido sea el impulso. En tal caso, valdrá la pena. 

Conozco la raíz de mis problemas, y las razones de mis bloqueos. Conozco mis miedos y mis traumas, a la niña pequeña que fue manipulada como un inservible pedazo de plastilina al que nunca se le llegó a dar forma de nada, y a la niña grande que busca culpables para no asumir sus responsabilidades. Con ella me peleo todo el tiempo. Sobre todo cuando permite que la porquería de los demás se sume a la suya propia (como si no fuera bastante con la que una arrastra). 

Pero como soy curiosa por naturaleza, voy a intentar darle una oportunidad a esta oportunidad de cambio que por casualidad se cruzó en mi camino justo cuando necesitaba agarrarme a algo. Puede que no esté mal ser honesta aunque duela, y escribir (que no decir) lo que pienso de las personas que me hacen daño. Páginas personales, privadas e intransferibles con las que construir algo bonito; esa cosa divina y sublime llamada arte. 

Estuve a punto de decirle (que no escribirle) a una de esas personas lo que pensaba de ella, pero enseguida supe que eso generaría mucho más dolor a gran escala y que, lejos de aliviar mi rabia, me hundiría más profundamente en ella. Decidí que era mejor pagar con la misma indiferencia, y en vez de gastar energía en odiar a unos, emplear esa energía en querer más y mejor a otros. Puede que así le compense a alguien la falta de atención que tan injustamente recibe (yo te voy a querer el doble). A fin de cuentas, no odio a esa persona, sólo lo que me hace sentir. Muchas cosas feas que al final se puede reducir a "lástima". 

Dicen que la gente sólo te puede hacer daño si tú les das permiso. Esto es cierto a veces, no siempre. Y en tal caso, lo mejor que se puede hacer es coger todo ese dolor y convertirlo en una comedia. Una comedia que espero "desbloquear" pronto, porque lleva escrita más tiempo del que me gusta reconocer, y sólo le falta un poco más de disciplina, un poco más de confianza, y mucha, mucha suerte. 

LECCIÓN Nº1 

"Tírate y aparecerá la red"

Empecemos con este acto de fe... (my, my!)


No hay comentarios: