domingo, 26 de julio de 2020

En buena compañía

Altea desde el balcón
El pasado sábado 18 de julio, Laura me recogía a las 10:45 en su SEAT Altea para irnos precisamente a Altea. Al principio nos íbamos a quedar en el piso de su tío en Alfas del Pi, pero un amigo de sus padres nos ofrecía su piso vacío en el paseo marítimo de Altea, así que cambiamos el destino al pueblo de al lado. Yo no conocía nada de la Costa Blanca y me daba igual un lugar que otro, pero al llegar allí vi que la diferencia era grande: Altea es un pequeño trozo de paraíso.
Benidorm
Altea desde el pueblo
Comimos en un bar de carretera y llegamos  por la tarde a nuestro destino. Jaume nos esperaba para abrirnos las puertas de lo que sería nuestro techo por cuatro días. Un pisazo divinamente decorado, con balcón a la playa, fresco, gigante, equipadísimo, ¡y con ropero! sólo para nosotras dos. Esa noche nos fuimos a dar cuatro vueltas por Benidorm, más por ver el ambiente que por incorporarnos a él, ya que el tema de las distancias y la mascarilla obligatoria hacía difícil lo que antes era tan fácil y normal. Huíamos de las multitudes, pero en un lugar como Benidorm era casi imposible hacerlo, incluso andando por las calles. Al día siguiente, Jaume nos invitó a comer a un restaurante sobre el paseo marítimo, y por la noche nos acompañó a visitar el casco antiguo de Altea, donde las vistas daban para tirarse horas sentada en alguna glorieta y deleitarse con el paisaje nocturno.
Guadalest
Los dos días siguientes los pasamos haciendo playa (tanto en Benidorm como en Altea) y recorriendo pueblos cercanos de montaña. El martes por la tarde regresamos tranquilamente a Granada.
Platja de Ponent (Benidorm)
Viajar siempre es una experiencia; hacerlo en buena compañía (como Laura en este caso) lo convierte en una experiencia maravillosa. Y es por eso que he cancelado el que iba a ser mi siguiente viaje,  porque la buena compañía que me esperaba en Asturias ya no iba a estar en Asturias cuando yo llegara, y eso lo cambiaba todo. La ilusión por este viaje incluía mucho más que el sólo hecho de conocer tierras norteñas, pero Valencia (qué manía le tengo) se ha vuelto a interponer. Tenía mi vuelo a Oviedo reservado para agosto. Lo había comprado incluso antes de estar económicamente holgada, pero el viaje que yo imaginaba entonces, no iba a ser lo mismo ahora estando sola. Por suerte, pagué un seguro que me cubriera en caso de cancelación (más pensando en el virus que en otra cosa), así que ya viajaré en otro momento. Lo mismo me da conocer Asturias con sol o con nieve, con frío o con más frío, en verano o en invierno... viajaré cuando las expectativas se cumplan, cuando nuestros planes salgan bien, y cuando pueda brindar con sidra en buena compañía.








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