miércoles, 24 de octubre de 2018

Con-fusiones modernas

Anoche soñé con alguien que conozco bien. En mi sueño, él era una versión mucho más retorcida de sí mismo, aunque sus palabras y sus acciones (al menos las que recuerdo) no se alejaban tanto de la realidad. Venía días pensando que ya quedaba poco, que ya cada vez me importaba menos y que, con un esfuerzo muy gordo, estaba lentamente volviendo a ese lugar desde el cual puedes mirar las cosas desde arriba y sentirlas como lo que son, y a veces los sueños te dan el empujón que necesitas para lograrlo.
Todo lo que existe es objetivo, pero lo que persiste es subjetivo. Tenemos ese poder para darle importancia a las cosas y que nunca desaparezcan, o por el contrario, privarlas de significado y que simplemente existan sin ser. Por eso creo importante cuidar los pequeños círculos, porque al final sólo unos pocos se acordarán de ti y te darán un lugar privilegiado en el mundo. El ida y vuelta es la parte difícil. Somos muy dados a pasar de todo (unos más que otros) y creemos bastarnos con nosotros mismos. Es como la nueva "mentalidad millennial" que se empeñan en inculcar: no necesitas a nadie, eres independiente, te bastas y te sobras, quiérete a ti mismo que con eso es suficiente... Y con esta filosofía barata, que se la debieron inventar cuatro frustrados fumando porros, nos quieren hacer creer que nadie necesita a nadie. Puede que la palabra necesidad en este contexto suene a mendigar y por eso la rechazamos, pero en realidad la rechazamos porque nos da miedo lo que significa de verdad.
Todos estamos conectados de alguna manera y creamos nuestros propios circuitos para asegurarnos. Cuando se producen desconexiones, por la razón que sea (muertes, peleas, distanciamientos en general) nos vemos aislados, flotando a la deriva en un mar de perfectos circuitos funcionando a tu alrededor sin que ninguno conecte contigo. Cuando somos jóvenes nos chupa un huevo. Nos vemos con la capacidad de subsistir con nuestra propia energía y tenemos todo el tiempo del mundo por delante para conocer enchufes (y darnos el lujo de ser selectivos). Pero llegados a una edad no se verá todo tan fácil. La soledad es la enfermedad más extendida y sin embargo nos empeñamos en defenderla por no hacer frente a lo que significa: que solos no somos nadie.
Está perfecto eso de ser emocionalmente independientes y que los lazos afectivos no se basen en una necesidad de vida o muerte, pero no nos engañemos. La soledad, por bien que la manejemos porque nos molamos un montón y somos autosuficientes, es triste en grandes dosis, y nadie quiere una vida triste. Insisto en que cuando eres joven eso no te preocupa; ni siquiera lo piensas (siempre habrá amigos, familiares, compañeros de curro...), pero hay que ser listos y entender que los familiares se irán muriendo, algunos amigos también, y los que nos queden por ahí tendrán sus propios círculos porque han sido previsores. Y yo vivo en una generación confusa de adolescentes de cuarenta años que creo que andamos muy perdidos en la vida. Y ojo, que cuando hablo de crear círculos, no me refiero a formar familia necesariamente (de ser así yo ya estaría llegando tarde). Hablo de cuidar las relaciones que se nos presentan, porque sin son buenas, será todo lo que nos quede algún día. Igual es difícil dar con gente que vea las cosas como tú, pero una perspectiva diferente puede aportar mucho e incluso, por qué no, salvarnos la vida.
Sea como sea, estamos viviendo una transición complicada en la que cada uno trata de imponer su estilo de vida como una moda a seguir. Yo sólo ofrezco una opinión al respecto y puede que tenga o no razón. En cualquier caso (y deseando que las próximas noches tenga más sueños eróticos que reveladores), cito a Les Luthiers y afirmo, sin lugar a dudas, que "la confusión está clarísima".

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