viernes, 31 de agosto de 2018

Fusiles por escopetas

Hace unas cuantas noches pisé La Tertulia por primera vez desde que muriera Miguel (sin contar aquel microteatro del pasado octubre al que fui únicamente en calidad de actriz y no como una parroquiana más). No había mucha gente pero estaba Tato, al que llevaba más de un año sin ver. Me enseñó su nueva oficina, aún por decorar, me dio los carteles grandes de tango que Miguel me había guardado y nos quedamos charlando un buen rato en el bar. Se me hacía raro estar allí sin "los de siempre" pero fue un placer entablar conversación con una persona tan lúcida como él. Yo, más que hablar, lo escuchaba. Siempre tiene buen discurso. Le conté por encimilla mi aventura madrileña, y lo difícil que es lidiar con todos los obstáculos que se encuentra una en el camino, y él me contó una historia propia que acababa diciendo: cambia la escopeta por el fusil. La escopeta requiere una bala por víctima, y eso cansa. El fusil se carga a muchos de un solo disparo. Me sugirió una idea interesante, en la cual estoy trabajando ahora, pero más allá de lo profesional, me pareció una metáfora muy válida para otros ámbitos de la vida.

La otra noche también me reencontré con un viejo amigo de esos que nunca ves pero con los que creas lazos invisibles. Tengo amigos así. Amigos que están en la sombra, que no reaccionan pero siguen tus pasos, que están en silencio pero están más que otros. Amigos que estando lejos te tienen cerca. Amigos en serio, y amigos en serie. Y amigos que tardan en darse cuenta de quiénes son sus verdaderos amigos.
Este viejo amigo me pasó hace ya años un monólogo dramático sobre la violencia de género que nunca llegamos a montar. Ahora me ha propuesto retomarlo y presentarlo dentro del marco de "Abril para Vivir". No sé si cuajará finalmente, pero con la idea del fusil revoloteando en mi cabeza me volví a casa, y días después, esa idea derivó en algo más, y ahora estoy que no paro.
Una imperiosa necesidad de hacer cosas se ha apoderado de mí. Los tiempos muertos de ocio infinito viendo series y películas desde el sofá, sentada frente al ordenador o simplemente tumbada en mi balcón mirando el cielo, se agotaron. Y de pronto, es como si algo me exigiera estar en constante movimiento, no parar quieta, hacer mil cosas a la vez: leo mientras cocino, hago crucigramas desayunando, escribo mientras saco al perro, ensayo mientras limpio la casa... y cada vez que paro, mi imaginación se va por donde no debe y me obligo a seguir. Estoy inquieta. Mucho. Quizás porque ya se acaba el verano y no sé qué hacer con mi vida. Quizás porque necesito entender esta lotería de que pasaría si..., y ya no me atrevo a jugar. Quizás por contener las ganas de cruzar el país y "perderme". Quizás por todo a la vez.

Sin mirar demasiado al futuro y sin mirar en absoluto al pasado, intento centrarme en terminar los bolos pendientes y hacer los "arreglos" pertinentes antes del 12 de septiembre, fecha que podría lanzar un poco de luz a mi vida si la suerte se pone de mi parte aunque sea por una hora. Puede que sea entonces cuando empiece a engrasar mi fusil.

No hay comentarios: