domingo, 19 de octubre de 2014

Ni una lágrima

Sabía que este fin de semana iba a ser definitorio. Lo que no sabía es que iba a llevarme por delante con esa fuerza. Hay días que una no toma una sola decisión acertada, que te equivocas con todo, al menos aparentemente. Hoy creo que no existen las decisiones equivocadas, y si existen son por una razón. Decir sí cuando quieres decir no, tomar un autobús 10 minutos más tarde cuando podías haber tomado el primero, o pensar en los demás antes que en ti, no son decisiones acertadas pero sirven para entender muchas cosas. De haber hecho lo contrario no sé si hoy me sentiría mejor. De haber hecho lo contrario, no habría derramado ni una lágrima pero tampoco estaría escribiendo esto. Las cosas se ven más claras después de llorar. Me sorprendo a veces de mi capacidad de adaptación pero no creo que eso sea una virtud válida para todo. No tengo por qué encajar siempre y me jode que haya ocasiones en que la necesidad o incluso el orgullo me hagan olvidar quién soy en realidad. Eso de aprender a base de hierros incandescentes es una putada, sobre todo porque deja marca. Siempre me he vanagloriado de conocer a las personas pero de nada sirve si dejas que te pasen por encima, si les permites herirte, si no pones los límites. “Sabía que era un asesino, pero he dejado que me mate para confirmarlo”, ¿de qué sirve eso? ¿De qué sirve ver más allá sino para evitar daños? Seguramente sea culpa mía por querer hacer del mundo (mi mundo, al menos) un lugar agradable en el que cualquiera puede acceder. Voy a empezar a cobrar entrada y desde luego me reservo el derecho de admisión. No todo el mundo merece el mismo trato. Es una discriminación por reciprocidad exclusivamente. Hoy sigo reptando, asumiendo, sonándome los mocos. Mañana… ni una lágrima.

No hay comentarios: