Después de una semana rodando con unos y otros, he dejado listos los dos cortometrajes. Aprendiendo siempre de todos, con un equipazo de buena gente, he tenido además el privilegio de trabajar durante dos jornadas con César Hernández, un profesional del cine español, que andaba supervisando el trabajo de los alumnos de la EAG y que aceleró muchísimo el proceso de grabación a golpe de "¿qué nos impide rodar esta escena?", frase que repetía constantemente y que conseguía que todos se pusieran a lo suyo sin perder un segundo. Así da gusto. En dos días aprendí un montón del equipo técnico. Y el corto de Kike Baliñas, que finalmente se llama "La Primera Cita", está ya camino de concurso y pronto sabremos si queda finalista para optar a la grabación de un largometraje.

Tampoco me agobio demasiado. En estos días de puente, aprovecharé el buen tiempo y el sol del Albayzín y tal vez, con suerte, me encuentre con Tim Robbins por la ciudad y le demos una alegría a la vista entre tanta cruz de mayo.
Teniendo la mente ocupada (sobre todo en lo que me gusta hacer) me olvido del egocentrismo generalizado y el pasotismo que existe en algunos ámbitos y me doy a los pequeños placeres sin obsesionarme con nada, sin darle más importancia de la que tiene al hecho de que haya gente que se acuerde de ti cada dos meses solo para recordarte que, en efecto, pasan de ti. O a los que van de encantadores de serpientes y solo se encantan a sí mismos. O a los que, cubriéndose con el papel de superior, intentan rebajarte la ilusión. Mi amigo Rino decía mucho una frase que se me quedó en la memoria: “A mi la gente o me ama o me odia. No hay término medio”, y creo que se me grabó porque entendía bien el significado de lo que es no pasar desapercibida, con todo lo que eso conlleva. Por supuesto, es una afirmación generalizada y hay gente que ni fu ni fa, pero el caso es que una no elige.
Las lunas de Mayo me traen revoltosa... qué le vamos a hacer.
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