domingo, 3 de febrero de 2013

Sobre "Los Miserables"


Me animé a ver Los Miserables, no quería, sabía lo que eso me iba a provocar y en estos momentos no era lo mejor. Pero fui al cine y la vi, en un acto de rendición. Fue perfecto, seis o siete personas en la sala, podía llorar tranquila, ocupar un par de asientos (tres horas da para cambiar mucho de postura), y sí, me tragué los créditos con las luces aún apagadas cuando los otros ya se habían ido. Sabía de qué iba la historia, me conocía la banda sonora porque la he escuchado hasta rayar el disco, y sin embargo todo fue una sorpresa. Será la magia del cine porque las canciones decían mucho más, las balas te atravesaban, Notre Dame daba vértigo y hasta el olor de las cloacas se metía por la nariz. Russell Crowe y Hugh Jackman bordan sus papeles con hilo dorado, pero me conmovieron más las mujeres, especialmente los personajes de Fantine y Eponine, luchando contra la frustración, el dolor, el asco, la impotencia y rindiéndose (como yo) ante la cruda realidad, viendo resignadas cómo han de separarse de lo más querido, cayendo… Ni hablar del pequeño revolucionario, te golpea el estómago. Si algo te puede sacar una sonrisa en toda la película son los mesoneros y su tragicómico estilo de vida, por lo demás agarra pañuelos.
Demasiado lo que se me ha movido por dentro con Los Miserables, indescriptible, me faltan palabras. Pero lejos de desanimarme, como yo creía, me ha dado esperanzas para creer que se puede morir por un ideal, por principios, por amor, por soledad o por culpa y que todo es válido, todo es humano y lo único imperdonable, lo único MISERABLE, es ir contra uno mismo. Para eso, mejor hacer como Javert…


I dreamed a dream in time gone by
when hope was high and life worth living
I dreamed that love would never die
I dreamed that God would be forgiving

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