Si aquel día de noviembre, tan desalentada, tan confundida, tan cabreada con el mundo, me hubiesen contado todo lo que vendría después... Las cosas hay que verlas con perspectiva para entenderlas, y en esos momentos aún no la tenía, y no llegaría a tenerla hasta varios meses después. Lo más loco de todo es que necesité agarrarme a lo que no debía para que todo lo demás se diera sin saberlo.

Cada viaje ha sido un reto que, poco a poco, encaraba con menos miedo. Voy subiendo el nivel, y la semana que viene hago mi primer circuito. Si sobrevivo a él, la siguiente gran prueba será aprender a manejarme en los aeropuertos (lo mío con los aeropuertos debe ser agorafobia o algo porque me dan palpitaciones sólo con pensarlo). Aunque, si he aprendido a entender las carreteras y a no perderme por las calles (esto último lo digo con la boca chica), puede que también logre superar los aeropuertos. Ya llegará, supongo.
Algo que me encanta de este trabajo, aparte de viajar cobrando y conocer gente (en su mayoría) muy guay, es todo lo que estoy aprendiendo. Gracias al bendito YouTube tengo la geografía, la historia y la historia del arte controladísima a nivel dios. Y con todo lo que sé y con un nivel C1 de inglés tendría que ser más que suficiente para ser guía local (que ganan más en menos tiempo, y se forran con las propinas), pero me he informado, y para que sacarse el carnet hoy te piden Turismo, tres idiomas avanzados, el cuerno de un unicornio virgen, y las siete bolas de dragón. Así que de momento ni me lo planteo.
Mi trabajo de verdad (el que me mantiene viva por dentro) me sigue dando alegrías, y el 14 de junio podré mostrar un poquito de esa alegría en el FACA, y de paso conocer Sevilla mejor, y hacer compis.
Mi trabajo de verdad (el que me mantiene viva por dentro) me sigue dando alegrías, y el 14 de junio podré mostrar un poquito de esa alegría en el FACA, y de paso conocer Sevilla mejor, y hacer compis.
En otro orden de cosas... ¡qué desorden! Tanto por ahí escrito en el último mes, sin saber ya ni por qué, ni para qué, ni hacia dónde tirar con todo eso. Un día, sí, y al siguiente, no. Un día tienes claro algo, y dos días después llega el "y si...", y pierdes de nuevo el norte.
De pronto parecía que la no respuesta era la mejor respuesta, que lo que busco lo encuentro (ojalá pueda decir lo mismo cuando llegue a Toledo), aunque sea a modo de escarmiento, y luego, sin más, llega lo inesperado, y vuelves a cuestionártelo. Debería ser prudente y quitarme del medio, pero la prudencia es tan sosa... ni siquiera da para escribir un par de líneas. Y habiendo llegado tan lejos, ¿cómo ignorarlo? Hasta hace muy poco no había más que silencio, y ahora hasta arranco algún jajá. ¿Debería ser prudente, o... debería ser yo?
Puede que sea un juego absurdo, pero es un juego en el que no tengo nada que perder. Como se suele decir, el "no" ya lo tengo, y lo doy más que por sentado, pero mi actual y desbordado optimismo me empuja a seguir un sendero pantanoso lleno de posibilidades. Y hasta puede que no importen las acciones, ni las estrategias, cuando todos los caminos conducen precisamente a Roma.
Puede que sea un juego absurdo, pero es un juego en el que no tengo nada que perder. Como se suele decir, el "no" ya lo tengo, y lo doy más que por sentado, pero mi actual y desbordado optimismo me empuja a seguir un sendero pantanoso lleno de posibilidades. Y hasta puede que no importen las acciones, ni las estrategias, cuando todos los caminos conducen precisamente a Roma.
A veces no hay nada más imprudente que ser prudente.
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