viernes, 17 de junio de 2022

De alemanes y navegantes

Ha sido una bonita aventura formar parte del grupo de "navegantes" que, con dos puestas en escena,  acercó la ciencia a mucha gente a través del teatro, la música y la danza. Si hay algo que me gusta especialmente de mi trabajo es poder conocer a personas tan diferentes a mí, tan ajenas a "mi mundo", que de otra manera no conocería nunca. Y tal vez sea por lo diferentes y ajenos, que yo (pozo insondable de curiosidad) me deleito al conocerlos. En esta ocasión, "La soledad del Navegante" me llevó a trabajar con científicos, y para mí fue una satisfacción gorda descubrirlos, estudiarlos, escucharlos hablar de ciencia con pasión, entender lo que ellos ya entienden sobradamente, y absorber todo lo que eso me aportaba, personal y profesionalmente. Y es muy loco estar un día rodeada de investigadores científicos, y tres días después, de gerentes y directores de hoteles, representantes de marcas, agentes de turismo y organizadores de congresos y convenciones. Muy loco y muy guay, porque hacer amistad con un físico napolitano, como charlar con el director del Alhambra Palace me aporta cosas muy distintas e igualmente valorables. 

El programa "Con-Ciencia" de Canal Sur dedicó un buen espacio a nuestro espectáculo, y se colgó en redes poco después de nuestro último bolo en el Isabel la Católica: Con-Ciencia/Teatro Científico

Unos días antes de viajar a Frankfurt, justo después de terminar el último bolo teatral con los "navegantes", ya tenía preparada la maleta y todo lo necesario para viajar y desempeñar mi trabajo de la mejor manera. Hice el check-in online, me dieron mi bono del hotel (un hotel céntrico cuyas fotos lo mostraban acogedor y bastante en condiciones), un transfer reservado para que me llevara y me trajera del aeropuerto y el material que necesitaba para trabajar en la feria, así como dinero para gastos. Aun teniéndolo todo bien atado siempre puede surgir algún contratiempo; en mi caso surgieron todos y alguno más... 

Día 1: Mi vuelo de Málaga a Frankfurt sale con retraso. En lugar de llegar a las 21:30h llego a las 23h. El taxi privado que debía estar esperándome en la salida no está. Intento localizarlo por teléfono y no tengo roaming. Con el wifi del aeropuerto contacto con España y el taxista aparece 20 minutos después encabronao. Le explico que no era mi culpa, pero fue como hablarle a la pared. Me farfulla cosas en alemán que deduzco que eran insultos. Me hace un recargo de 10 euros por la espera. Le pago sabiendo que habrá reclamación desde España. La calle de mi hotel es el inframundo, el recepcionista es un chaval de dudoso intelecto que para colmo era su primer día allí. Me registro y se le colapsa el ordenador. No sabe solucionarlo. Me pide que espere. Le digo que me salgo a la puerta a fumar un cigarro y me dice que no se me ocurra salir sola, que es una calle peligrosa. Sale conmigo y me invita a un Marlboro. Cuando terminamos y tira la colilla, me la echa encima sin querer. Me pide perdón. Me da por reír ("lo que me falta ya hoy es que me metan fuego" pensé). Mi risa atrae a unos cuantos mendigos que había en la acera de enfrente acercándose a nosotros como zombies sedientos. Nos metemos corriendo en el hotel. El ordenador sigue sin funcionar. Le digo que son las 00:30h, que no he cenado, que estoy muerta de sueño y que me tengo que levantar a las 7:00h. Me ofrece sugus alemanes para calmarme. Un sugus fue toda mi cena esa noche. Me acompaña a la habi y me abre él porque no había podido darme la tarjeta. En el ascensor es cuando me dice que era su primer día (empiea a cuadrarme todo). Me adentro en una habitación vieja (aunque limpia, gracias a dios), y con el wifi del hotel contacto con España y me dicen que por la mañana me buscan otro. Me acuesto enmayá. Duermo 4 horas escasas. 

Día 2: Me suena el despertador a las 7:00h y me quiero morir. Tengo más sueño que to los residentes de un geriátrico juntos. Bajo a desayunar y le digo al nuevo recepcionista que me pida un taxi para las 8:30h. Me dicen desde España que haga la maleta y me la lleve al IMEX; me cambian de hotel. A las 8:30h me llaman a la habi: el taxi está en la puerta. Tardo 2 minutos en bajar. El taxi ya se ha ido. Me piden otro taxi. Una vez dentro, al no tener datos, no consigo encontrar la dirección de la feria. Le pido al taxista que la busque desde su móvil. Me manda al carajo y me grita (en serio, me grita) que me baje. Vuelvo a entrar al hotel y pido que me llamen a otro taxi. El recepcionista, a estas alturas, ya me odia mucho. Aprovecho el wifi para buscar la dire y hacer captura de pantalla. El nuevo taxista me lleva sin problema. Consigo llegar a mi stand y casi lloro cuando me veo rodeada de españoles. Un granaíno apañao me soluciona el tema del roaming: tenía que buscar la red manualmente (me cago en Orange repetidas veces). Durante 8 horas intento mantener la sonrisa pese a mi cara de sueño para atender a los que se me acercaban. Tenemos catering y me hincho de comer por todo lo que no había comido antes. Me tomo 400 cafés para mantenerme despierta. A las 18:00h me voy a mi nuevo hotel que quedaba a 20 minutos andando (yo tardo 35 porque soy un topo). El nuevo hotel es maravilloso. Me doy una ducha y salgo a cenar. Me meto en un turco que me recomendó la recepcionista. No nos entendemos hablando en inglés. Mi perfecta pronunciación de “dinner” el turco lo entiende como que quiero un doner, y al final acabo defendiéndome por señas como si no fuera licenciada en filología inglesa. Regreso al hotel. Siete maravillosas horas de sueño del tirón. Me despierto feliz y contenta.

Día 3: Me voy a la feria con dos españolas más que paraban en mi mismo hotel. Esta vez sí tardamos 20 minutos porque ellas no eran topos como yo. Ocho horas después, y con mejor aspecto, regreso a mi hotel. Decido hacer turismo por ser el último día. Me voy caminando al casco histórico. Tardo una hora en llegar. Encuentro el río Mena con su Puente de Hierro y me doy un garbeo por los lugares turísticos. Ceno en una hamburguesería cuyo dueño era español para no tener que escuchar más a un alemán. Regreso en taxi al hotel. Me dicen desde España que el taxista privado me tendría que recoger en la puerta a las 5:20h para llevarme al aeropuerto (mi avión salía a las 8:00h), pero que como he cambiado de hotel, les quieren hacer un recargo (¡otro!). Me dicen que es posible que estos chorizos no se presenten, que me pida un taxi en recepción. Me acuesto a las 00:30h. Me levanto a las 4:30h. Otra vez 4 horas de sueño en el cuerpo. El taxista no aparece. Me pido un taxi a las 5:30. Me clava 35 euros, pero me deja en mi terminal. Hago el check-in, y me salgo a fumar a la puerta antes de pasar el control de seguridad. Se me acerca un alemán y me dice, tal cual suena: “¿folla?”. Le digo (en español) que tengo que embarcar, pero que si es algo rápido me vendría bien pa desestresarme. Me río yo sola, porque él no se entera de nada, claro. Una vez más la mímica nos salva, y cuando me hace el gesto de encender un mechero, entiendo que me está pidiendo fuego; “folla” (juro que se pronuncia así, se escriba como se escriba) significa “fuego” en alemán. Cuando ya creo que me puedo relajar, paso el control de seguridad y una alemana de mierda me grita (de verdad que gritan todo el tiempo) que tengo que poner los pies en las marcas y levantar los brazos por encima de la cabeza. Le digo que me hable en inglés y la entiendo todavía peor. Y seguía gritándome. No le doy un puñetazo porque no quiero ver ni de lejos una cárcel alemana. Al final, entendí lo que me pedía porque vi un dibujito, si no sigo allí todavía. Estaba a punto de llorar ya cuando me dice otro tipo “hjdhdfdfftbjdjksjdj” mientras me sacaba la botella de agua del bolso de mano. Le dije en perfecto español que se la metiera por el culo. Mi avión a Málaga también sale con retraso, pero sólo de media hora. Cuando pisé suelo español se me dibujó una sonrisa en la cara y lo último que quería era volver a escuchar a un alemán en mi vida. Y justo se me acerca un señor (alemán) para preguntarme vete tú a saber qué. La Beba de siempre le hubiese respondido amablemente, pero tras la odisea alemana, Beba se volvió muy poco amable y le respondió “Estamos en España, caballero, no entiendo lo que dice”, me preguntó si hablaba inglés y le dije (en español) “pues por lo visto no”, y seguí mi camino. 

¿Que si me lo he pasado bien en Frankfurt? Hostias… pues la verdad es que sí.

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