domingo, 15 de abril de 2018

Cero bloqueos

Siendo ya más tarde que pronto he resuelto desconectar para conectar con algo más. No sé si lo conseguiré pero tengo mucho que desbloquear. Desbloquear la garganta para que salga la voz y no se atore la comida. Desbloquear la mente para centrarme en algo que merezca la pena. Desbloquear el cuerpo, tan encogido en sí mismo, que ya no reacciona a estímulos, y los pulmones, que no quieren respirar. Un millón de palabras para un único pensamiento que bloquea también la creatividad. 
Entendí lo que pasaba de la forma más absurda. Un momento de iluminación lo oscureció todo y supe que no había nada más. Que la última vez no dormí bien, tenía frío y mi cuerpo no respondía porque las palabras no son lo que significan, sino lo que quieren significar. Que la verdad sólo es verdad si te la crees, y antes de creérmela me aferro a una última ocasión de cambiar algo, aunque el escéptico le gane la partida al soñador. Y el soñador pide desobediencia y la adereza con lo que haga falta, porque soltar la mano que nos agarra es abandonarnos a nuestra suerte, y para eso, no hay prisa. Que entonces tendré que aprender a leer la letra pequeña del contrato para evitar el maltrato, y firmarlo con la única condición de que no haya condiciones. 

Ayer tuve el primer bolo en cinco meses, y el miércoles, cuando termine el que me queda, me voy al sur del sur a sumergirme en el Mediterráneo. Es lo bueno de tener un piso vacío en la playa. Allí me quedaré el tiempo necesario antes de volver a pisar Madrid. No puedo evitar acordarme de aquel ojalá, y ojalá que junto al mar esté la salvación. Puedo imaginar el desenlace, al final tan simple y absurdo como la vida misma. Todo volverá al punto de partida y el azar invertirá los papeles (a ver cómo nos defendemos ahora). Y aunque no hay refugio que me esconda, allí al menos estaré sola con "mis cosas", con la verde evasión, la guitarra y mis películas, el móvil, el portátil, "Breaking Bad" y el libro de la sabiduría. Puede que arregle la bici, que me acerque al pueblo a tomar algo, que me desnude en la playa, y que compre un vino bueno y ese vestido rojo. 
Para bien o para mal, la capacidad de sentir no me abandona. Y escuchando cosas como las que escribe C. B. casi que me alegro. Que aunque sus iniciales sumen cero para mí, como el título del poema que me puso la piel de gallina, este chico es de diez. Hay que ser valiente para abrir el alma y compartir todo un mundo interior aún a riesgo de que hagan caso omiso, o te tachen de "intenso", o desprecien tus palabras. Por suerte no fue así, y que un poeta gane un concurso de talentos, es de un mérito indiscutible. Es un premio también a la emoción. La misma que yo, durante mucho tiempo, estuve censurando. Mientras se puedan escribir cosas como ésta, qué más da que te rompan el corazón... 


  "Cero" César Brandon 

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