miércoles, 25 de octubre de 2017

La pequeña, pequeña Alicia

Alicia llegó al País de las Maravillas sin saber para dónde tirar, desubicada, sin rumbo. Fue hasta allí atraída por un conejo blanco que sólo existía en su imaginación, y que de pronto un día se volvió negro y terrorífico. Lo más maravilloso de aquel país se había esfumado, y con la tristeza latiendo torpemente en el pecho, salió a caminar por calles que no llevaban a ningún sitio, buscando un azaroso encuentro que le arrancara la pena un rato, o que trajera un mínimo rayo de luz a ese mundo que se tornaba sombrío. Una mano en el pecho, la otra en el bolsillo, la cabeza gacha sin mirar a nadie, pero sintiendo vida alrededor. El eco de sus pasos  retumbaba en su cabeza a cada pensamiento, y cada pensamiento era un golpe en el pecho. “Respira hondo, Alicia”-le decía su vocecita interior -"respira y sigue caminando”.
Se despidió de todo, por dentro y por fuera. El recuerdo de una vida pasada podía borrarlo fácilmente; fuera esa carpeta. Pero el archivo de la memoria no se elimina con un click. Requiere tiempo. Un tiempo maldito que hizo que Alicia odiara de pronto el calendario, con sus infinitos días, y que odiara el reloj, con sus infinitas horas. Si al menos recordara el camino de vuelta…
Temerosa de regresar al agujero negro en caída libre, se esforzó en respirar, se esforzó en razonar, se esforzó en dar otro paso. Y así, paso a paso, llegó. Descorchó una botella, ordenó las palabras, comió algo a duras penas porque oyó la voz de su madre diciendo “Hija, come”, y se dejó vencer por el aplastante peso del mundo que se le venía encima. Tratando de mantener la mente ocupada en cualquier cosa, pasó la primera noche. Anestesiada de vino y con el cansancio que deja el llanto, se quedó dormida entre la basura del ayer acumulada.
Había encogido de tamaño, se hizo tan pequeña que casi desaparece. Pero encontrar el lado de la seta que la hiciera crecer le mantenía viva la esperanza. Y cuando volviera a hacerse grande, saldría ahí afuera, y encontraría al conejo blanco, al de verdad. Aunque en el camino de vuelta se encuentre con sombrereros locos, aunque se pierda, aunque se asuste por momentos, aunque la soledad la coja por los hombros.
Tiempo y  paciencia.
Es un mal sueño.
El rey de corazones (rotos) la despidió, y su última palabra fue un descuidado “Cuídate”. 
Sólo queda despertar. 

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