domingo, 22 de enero de 2017

Expectativas

Dijo Woody Allen una vez que cuando hace una película intenta buscar la perfección pero que no cree haberla encontrado aún, lo cual es bueno porque si un día hace una película absolutamente perfecta ya no tendría motivos para hacer la siguiente. El instinto de superación es el motor que nos mueve. Cuando uno alcanza la cima, cuando ya no puedes subir más, solo queda bajar, y nadie quiere eso. En ese sentido es razonable que nos pongamos metas casi inalcanzables porque en el intento constante de llegar a ellas está la vida y están los éxitos, aunque no sean perfectos.
Podría aplicar esta teoría a muchos ámbitos de mi vida, no solo al profesional. Se queda un vacío profundo e inexplicable cuando por fin conseguimos alcanzar aquello con lo que soñamos porque después... ¿qué hay? ¿cuál es el siguiente paso? Si alcanzas la cima y te gustan las vistas ¿por qué no quedarse a vivir ahí? ¿Para qué bajar? ¿Para buscar cimas más altas? ¿Estamos siempre en la incansable búsqueda de lo inalcanzable por superación personal? ¿Por morbo? ¿Por masoquismo a secas? Quizás todo esté sujeto a nuestras propias expectativas y seamos los únicos capaces de entender los vacíos del éxito aunque nos cueste ponerle palabras a esos sentimientos.
Llevo todo este mes intentando abordar los temas que me rondan pero no sé si por pereza o por no querer darle muchas vueltas al coco, he pasado de autoanalizarme y escribir lo que siento. Se me hace difícil cuando ni siquiera tengo claro lo que me pasa. Pero hoy me he levantado con una superproducción de pensamientos que si nos los suelto reviento. Si no fuera porque existe la esperanza superar este mes sería una misión complicada. La cuesta de enero se me está haciendo más empinada de lo normal con un solo bolo cerrado (que encima es a taquilla) y un pago anterior que no termina de llegar. Lo juntado en la navidad me ha dado para pagar el alquiler y alguna factura. Es la primera vez en mucho tiempo que realmente me veo apurada, así que intento hacer todo lo posible por reducir gastos: no fumar, ir andando a los sitios en lugar de tomar el autobús, duchas rápidas para no gastar butano y comer moderadamente y por supuesto en casa (nada de salir por ahí). Supongo que febrero se presentará mejor porque cobraré lo de Dólar y tengo tres bolos cerrados, pero con todo, andaré justa... Lo único alentador de este mes de mierda es que me tomo con ilusión todo lo que hago, desde generar posibilidad de curro hasta planificar una salida. Además me he propuesto ponerme firme con la gente que me rodea aunque con ello ponga en peligro la mitad de mi sustento. Pero por más que tiemblen los cimientos las cosas hay que decirlas cuando hay que decirlas y como hay que decirlas, cosa que no llevo muy bien pero que trato de recordar para que ese temblor no llegue a un derrumbamiento sin previo aviso.
En otras cuestiones ando más perdida todavía... Me dijo un amigo en noche vieja "Todo lo bueno está por venir. Y el 2017 es el principio de todo lo bueno". Esa fue la primera (o segunda) causa de que mi cabeza no pare ahora de imaginar "cosas buenas" que, por otro lado, no necesariamente tienen que ser las mismas para todos. El bien y el mal están demasiado juntos a veces y es fácil cruzar la línea y equivocarse. De entre todas las cosas buenas que me he podido imaginar, alcanzar una en concreto me ha creado más dudas y nuevas metas y ya no sé si eso es tan bueno. Es difícil de comprobar cuando no depende solo de ti.
¿Física? ¿Química? ¿Muros...? Hay quien llama feeling a ese sentimiento de armonía y naturalidad entre las personas, algo difícil de encontrar, por cierto. Y como suele pasar, lo encuentras si no lo buscas. Tal vez mi vacío actual tenga que ver con eso. Las cosas no son buenas solo porque sean buenas, tiene que haber feeling. Ahí debe residir la perfección famosa... Entonces te sientes especial, no dudas, no cuestionas nada; es perfecto. Cuando llegas a casa y le das vueltas a todo, y no entiendes tus propios sentimientos, y te preguntas si no hubiera sido mejor esperar o qué hubiera pasado si... o qué hubiera pasado si no... entonces algo va mal. Y se vuelve más complejo cuando aparentemente no hay razones para pensar todo eso y aún así lo piensas. Y te acuestas y sueñas con las mismas preguntas sin respuesta, y al despertar solo tienes ganas de tirarte en el sofá y seguir durmiendo para que el tiempo se ocupe del resto. Expectativas... ellas son la causa de tanto vacío general. Debe ser como cuando un niño espera ansioso el día de reyes y se pasa la navidad con una felicidad hiperactiva imaginando ese día con impaciencia, con expectativas... y luego llega el 6 de enero (por fin) y dura un segundo, se acaba y queda un año entero por delante para experimentar esa ilusión de nuevo. ¿Que te queda al principio? Un vacío enorme. Da igual que te hayan traído todos lo regalos que esperabas, da igual que el día haya sido perfecto. La ilusión se desvanece, se acaban las expectativas, y el resultado es nada; vacío total. Claro que a un niño eso le importa un choto porque no se cuestiona estas cosas. Cuando creces y tienes un mínimo de inquietudes, y en mi caso una cabeza que no para ni aunque la golpee contra una pared, es fácil caer en tanta duda, en tantos porqués, y en tanto vacío.
Y quizás el secreto sea convertirte tú en la cima de los demás, ser inalcanzable como las estrellas glamurosas de Hollywood, pero ni siquiera eso se puede elegir. Esa etiqueta te la cuelgan ellos y depende más de la visión que tengan de ti que de la que tú muestres. A mí me atrae más la persona que el personaje, así que seguiré paseando a mi perra en pijama, y seguiré pasando del maquillaje para ir a comprar el pan, y seguiré disfrutando del placer de ver una peli en bragas tirada en el sofá con una cerveza. No es esa la imagen que le vendo al mundo, pero es la imagen real de mí misma y es la que quiero que aprecien los que de verdad me interesan. Y al hacerlo desnudas tanto el alma que te vuelves vulnerable y ahí es donde entra en juego el bien, el mal, el feeling, el vacío, la física y la química. Y ahí te vienes arriba o te derrumbas. Y ahí estoy ahora, en ese punto intermedio de comerme el mundo o dejarme comer. Y por alguna razón... no tengo hambre.

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