A pesar de que el futuro libro no salga nunca del círculo de los más allegados, en aquellos momentos decidí que si lo hacía lo hacía bien porque seguramente sería lo único en condiciones que escribiría en mi vida a parte de algún cuento mediocre y este insulso blog que uso a modo de diario. Lo dejé reposar hasta hoy. De vez en cuando se me ocurre alguna descripción graciosa, o recuerdo alguna anécdota de las muchas que me han contado sobre antepasados que nunca conocí, y lo anoto para que no se me olvide con la intención de darle forma algún día. Tengo incluso dos cintas de casete de mi abuelo (no el que murió sino el otro, que ya ha muerto también), al que un día visité con pastelitos y grabadora en mano, hablándome de la guerra, que a él lo pilló con 12 años, y desvelándome innumerables anécdotas de lo que fue casi un siglo de vida.Tendría que leer tres veces más de lo que leo para escribir si quiera un capítulo decente, y con todo el ajetreo de ensayos, bolos y demás, leer es lo último que hago. En verano aprovecho el inmenso tiempo libre que me brinda el parón estival para ponerme más al día con la lectura, y cuando doy con alguna novela apasionante de las que te enganchan sin remedio me digo que eso es lo que yo quiero escribir; algo que atrape, que se lea con facilidad y que pasado un tiempo tengas ganas de releerlo como si fuera la primera vez.
Recuerdo que le conté a una amiga la idea, cómo quería desarrollarla, el enfoque que me apetecía darle y ella, sin decir nada, me sonrió. Unos días después, por mi cumpleaños, apareció por casa y me trajo de regalo un libro. "Te va a gustar", me dijo. Era La Casa de los Espíritus, de Isabel Allende. Cuando lo acabé, entendí a qué vino aquella sonrisa y aquel regalo. Me estaba diciendo claramente que lo que yo quería hacer ya existía y mucho mejor, seguramente. Pero no me desanimé porque, al fin y al cabo, Allende tampoco había inventado nada nuevo... ya existía Cien Años de Soledad. Y a pesar de las similitudes, son dos libros diferentes, narrados con diferentes voces y que cuentan lo que quieren contar, solo que Gabriel llegó primero. Es difícil ser original. A veces parece que ya está todo inventado, pero pienso que las cosas que vienen de dentro tienen que salir aunque se parezcan "sospechosamente" a otras. Yo no había leído La Casa de los Espíritus cuando concebí mi idea y es cierto que prácticamente era lo mismo que yo quería hacer, incluso desde las voces narrativas de los personajes, pero Isabel llegó primero. Y si a ella no le importó que se le adelantara Gabriel ¿por qué me iba a importar a mí que se me adelantara ella? Más aún cuando yo ni siquiera tengo intención de vender libros... Así que seguí adelante y en ello estoy.
A mí me gusta escribir por escribir, es un hobby, no lo hago como un trabajo sino por la mera satisfacción de hacerlo. Escribir me cura de muchas cosas, me activa la imaginación, me permite "volar", y es algo que vengo haciendo desde los 11 años. El ejercicio de escribir se adapta mucho a mi personalidad, hace que me lleve mejor con mi soledad y a veces, en contadas ocasiones, me ha brindado la oportunidad de rozar momentos de inspiración absoluta que te elevan por encima de lo terrenal y te da esa sensación de inmortalidad que acompaña a las artes. En esa sensación quise basar mi vida y busqué un oficio que me lo permitiera, y subirme a un escenario o darle vida a un personaje me ha llevado por ese camino, a pesar de lo duro que se hace desde el punto de vista económico. Pero no lo cambio... mientras pueda sobrevivir así, así seguiré.

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