sábado, 20 de agosto de 2016

En sueños

Cajas amontonadas en un escenario. Cables enredados por el suelo. El reloj no marca la hora exacta. Papeles esturreados. Hace calor. Estoy nerviosa, inquieta, cabreada, con la sensación tantas veces vivida de no estar preparados. No sé dónde está la ropa. Aún no me he maquillado. Falla todo. Los instrumentos no suenan, las voces tampoco. Yo no tengo voz, nadie me escucha. Salgo de allí. Tengo que buscar algo fuera pero me pierdo por el camino. Me cruzo con la gente que espera en la puerta para entrar y salgo corriendo. No quiero que me vea nadie (...)

Intento llegar a un acuerdo pero no sé qué hacer para que me entiendan. Nadie parece escucharme. Estoy sola. Me intento apoyar en mi amigo pero él no me hace caso. Está serio. No quiere saber nada, no quiere escuchar. Amenazas (...)

Otro amigo; otro sordo. Le hablo enfadada pero ni siquiera me mira. No nota mi presencia. Lloro pero no hay consuelo de nadie. No es para tanto (nunca es para tanto) y siguen a lo suyo y yo a lo mío, a seguir llorando. Me llegan gritos de ese amigo pero ahora yo no quiero escuchar. Me voy. Lo dejo todo atrás (...)

Estos sueños los he tenido ya varias veces en las últimas semanas, pero con variaciones... a veces son los chicos del grupo, otras veces los de la compañía, incluso una vez no reconocía ninguna cara. El caso es que al despertar me siento agobiada y me entra un poco de ansiedad hasta que vuelvo a dormirme (o hasta que despierto del todo y se me olvida).
Sé que en estos sueños hay algo de realidad y mucho de inseguridad propia. En cuanto siento el más mínimo indicio de inestabilidad mi cerebro crea sus propias pesadillas. Algo que seguro tiene que ver con mi pesimismo innato y una desconfianza hacia casi todo(s) que he ido desarrollando a fuerza de experiencias en las que la vida me ha puesto desde siempre. Supongo que estoy acostumbrada a que nada dure demasiado, a que todo tenga una fecha de caducidad, un tiempo limitado. Ese pensamiento me lleva a estar a la defensiva siempre, sin ni siquiera proponérmelo; es un mecanismo que está en mí y se activa solo.
Desde pequeña nunca he tenido muchos amigos. En el colegio solo tuve una mejor amiga. Con 11 o 12 años nos empezamos a juntar con otras tres chicas y las cinco nos hicimos bastante amigas, al menos mientras tuvimos intereses comunes. Al llegar al instituto nos separamos, y allí conocí a otra mejor amiga que me duró hasta el segundo año de carrera y luego también desapareció. En Granada me relacioné con muchísima gente y empecé a tener más mejores amigos que mejores amigas, pero también fueron pasando de largo. En general nunca he sido buena para relacionarme con la gente. Ahora lo hago mucho mejor, quizás porque no busco hacer amigos, y cuando no buscas, encuentras... La amistad es un concepto muy amplio y seguramente mi error fue siempre querer encorsetarlo. Ahora tengo un par de buenos amigos y muchísimos amiguitos con los que salir por ahí. Quizás la distinción está en que con los amigos puedes compartir algunas cosas (unas cervezas con unos, una charla con otros...) y con los mejores amigos lo compartes absolutamente todo. Pero al final de los finales, y muy en el fondo del fondo, la realidad es que estamos solos. Me atrevo a generalizar, aunque básicamente estoy hablando de mí. No está mal que a veces pasen cosas que nos hagan recordar esto. Antes me quejaba mucho, pero aprendí a llevarme bien conmigo misma y a no necesitar "tener" a alguien. Es una buena forma de evitar malos ratos, y además me deshago de la parte egoísta de pretender que todos estén para mí cuando yo no puedo estar para todos. Aprendí, a lo largo de los años, que amistad y compañerismo son conceptos distintos, que uno no excluye al otro, pero que son independientes de por sí y por tanto se pueden dar por separado. En eso he basado mis relaciones desde que empecé a hacer teatro y sé muy bien quiénes son amigos, quiénes son compañeros y quiénes son ambas cosas. Me falta distinguir mejor quiénes no son ni lo uno ni lo otro, pero voy progresando. Adelantarme a los acontecimientos me ha puesto a veces en situaciones muy feas a nivel emocional, pero la realidad es que hasta la fecha mi intuición no me ha fallado nunca. Otra cosa es que me guste lo que me cuenta, porque cuando no me gusta tiendo a ignorarla para no creer "la verdad" y me invento excusas para seguir adelante en ese terco empeño de que algo salga a mi gusto.
No sé qué me dicen mis sueños últimamente, pero supongo que mi subconsciente me quiere preparar para algo que puede que pase o puede que no, pero que por si acaso, me previene. Y todo debido a un cúmulo de experiencias pasadas de las que para bien o para mal aprendemos. Cuando está nublado puede llover. Quizás no lo haga, pero nosotros salimos con paraguas por si acaso. Es un poco lo mismo... A veces noto el cielo nublado a mi alrededor (las actitudes de unos, las circunstancias de otros, los problemas que surgen porque sí, la falta de comunicación...) y puede que se quede todo en eso, en un cielo nublado que después se despeja sin más, pero si le da por llover estaré preparada, porque la vida me ha enseñado a reconocer las señales de tormenta y muchas veces me ha pillado el chaparrón desnuda en mitad de la nada, calándome hasta los huesos y teniendo que superar el frío y la enfermedad. Cuando esto ya te ha pasado, no te atreves a salir de casa sin mirar antes por la ventana, y con todo, puede llegar un temporal en cualquier momento pillándote desprevenida. Ahí no hay nada que hacer, pero sabiéndolo de antemano, no te vas a arriesgar al desafío porque normalmente se pierde...
Siempre me agarro a pensar que hoy todo va bien y lo que pase mañana no quiero saberlo. Nunca dejaré de pelear por lo que quiero, pero si de últimas algo no depende de mí, que al menos me quede la satisfacción de haber llegado hasta el final de esa fecha límite que parecen tener las cosas, dándolo todo siempre de la mejor manera que sé, mirando por mí y por ende por mis compañeros (y/o amigos) para que la recompensa sea compartida, al igual que se comparten las miserias. Se trata, más allá de los juegos de dados, de ser fiel a una misma por encima de la fidelidad que profeses a los demás. La   palabra final la tendrá el destino de cada uno.



Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino sólo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
y precises sonreír aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes pero nunca desistir.
Tras las sombras de la duda,
ya plateadas ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia figurarse cuan cercano,
puede estar el bien que anhelas y que juzgas tan lejano, lucha,
pues por más que en la brega tengas que sufrir.
¡Cuando todo esté peor, más debemos insistir!
Si en la lucha el destino te derriba,
si todo en tu camino es cuesta arriba,
si tu sonrisa es ansia satisfecha,
si hay faena excesiva y vil cosecha,
si a tu caudal se contraponen diques,
Date una tregua, ¡pero no claudiques!
"Porque en esta vida nada es definitivo,
toma en cuenta que: todo pasa, todo llega y todo vuelve"

(R. Kipling)


No hay comentarios: