miércoles, 24 de mayo de 2023

Monkey Mind

Por fin llegó el agua. Tras un invierno primaveral y una primavera estival, se coló la lluvia a mediados de mayo. Y abundante, claro, porque o no llueve, o diluvia. Después de la época Covid, cuando parecía que el mundo se estaba acabando, pero sólo era el tráiler, empezaron a llegar otras catástrofes (erupciones volcánicas, incendios, huracanes, terremotos…) derivadas del cambio climático. Desde finales de 2022, la sequía venía siendo la última gran preocupación (también derivada del cambio climático). Otras amenazas como el inminente crecimiento de la inteligencia artificial, la guerra con su amplio abanico de consecuencias, o la cada vez más evidente corrupción de las élites y los mandamases, coronan el rosario de desgracias desde que comenzara la década. Podría una preocuparse por eso, pero no vale la pena. No confío en que el ser humano medio tenga la inteligencia y la decencia suficientes para tomar conciencia de nada que no sea TikTok, Netflix o postureo. Así que de momento, prefiero seguir preocupándome por mis cosas hasta que llegue el meteorito. Preocuparme es lo que mejor me sale últimamente. 

Hace unos días me desperté sudando y gritando. Eran casi las seis de la mañana. Algo gordo que acababa de soñar me hizo salir de la cama angustiada. Por primera vez tenía ese miedo que tienen los adultos normales. Miedo por no tener nada estable en mi vida: ni dinero, ni trabajo, ni piso. No tengo nada que sea realmente mío. Vete tú a saber qué soñé para llegar ahí. Y sí, me tuve que levantar (asfixiada por el asma), para no dar vueltas en la cama. Al cabo de un rato se me pasó porque me acordé que yo no soy, ni he querido ser nunca, una adulta normal, pero eso también tiene sus consecuencias, y lidiar con ellas no es fácil. 

Enganchada a un montón de series y docus, a libros y podcasts, a la LBC y a los directos (quizás para no estresarme si no se me ocurren buenas ideas, para no preocuparme por papá y mamá, para no torturarme con "Aryi", o para no pensar en tantos vacíos) trato, entremedias, de encaminarme hacia algo, de concentrarme en algo. Y cuando ésa debería ser mi única preocupación, me veo a tope de pensamientos que no tienen nada que ver unos con otros, y los recorro todos por si me sirven para la causa, al menos, pero no dejan de ser distracciones que me mantienen, pues eso, preocupada. Y preocupada por cosas que ni siquiera dependen de mí. O no todas. O no las más importantes. 

La última rama de este árbol de pensamientos es la de haberme dado cuenta que cosas que pasaron hace mucho tiempo me están afectando ahora, y que las nuevas personas que entran en mi vida pagan las consecuencias. Porque no los quiero tan cerca, por si acaso. Ni quiero que haya una amistad verdadera, por si acaso. Ni me esmero, ni me preocupo, ni me intereso, ni me implico demasiado, por si acaso. No era consciente del daño recibido hasta que he visto que ya no me fio de nadie, ni me encariño con nadie, ni me agarro a nadie. Y esto, entre otras cosas, me ha llevado a buscarme la vida por mi cuenta, sin depender de terceros, todo a mi manera. Quizá así pueda "confiar en mi propia visión, creer en mi propio talento, mantenerme firme, y quedarme con lo mejor que encuentre por ahí". Otra cosa es que a mí me salga bien. 

Aparte de todo esto, los dos artículos de abril para "El Batracio Amarillo" (igual debería hacer yoga-gato...😏)




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