Que todo sea importante, pero que nada sea trascendente. Hoy, después de haber pulsado cuatro teclas aleatorias durante el fin de semana, haber hecho la hoja de ruta (hay que practicar) de un destino poco probable, haber cambiado el paseo por el barrio sin perderme mientras en un bar de otro barrio encontraba el pk de la victoria, y haber promovido un último intento de comunicación, me he levantado con el único pensamiento de soltar lastre y no esperar a mañana para redefinir un mes de diciembre que cada año me va gustando menos.
Se me ha caído el único bolo a caché cerrado que tenía, y es mi último día “ocupada” pero, lejos de desanimarme, he hecho los deberes para que el final de algo bueno signifique el principio de algo mejor (pase lo que pase). No creo que llegue a esos 2000€ que tanto quería tener ahorrados, a menos que surgiera algún trabajazo muy bien pagado de la nada. Pero tampoco preveo muchos gastos esta navidad, y sí algún ingreso para quitarme, aunque sea, las deudas; tiraremos con eso este mes. Con eso, y con la fe ciega en el “no desaparecer” (al menos unos días); puede que el próximo lunes, tras cruzar un puente lleno de interrogantes, cambie mi discurso, y me vea obligada a tomar otros caminos.
Hoy sería un buen día para tener superpoderes y que sea yo quien desaparezca, ahorrándome así un dolor de estómago que viene amenazando desde que asomé la cabeza por la ventana esta mañana, y me puse a limpiar la bombilla del mate pensando en los múltiples detalles. Pero como no tengo superpoderes, me lo tomaré con calma para que todo sea importante, sin que nada sea trascendente. Huir es de cobardes. Y hasta existe la posibilidad de que, a última hora, no haya incluso nada de lo que huir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario