domingo, 24 de noviembre de 2024

Entre flashes y tinieblas

Hoy, domingo, le pongo fin a una semana de prisas, estrés, agobios, y cosas raras. Una semana llena de espejismos; con su cal y con su arena. 

Empezó con una luz verde preciosa tras un fin de semana muy desalentador. Habiendo dado cosas por perdidas (algunas queriendo y otras sin querer), me vi cambiando planes a última hora, dejando en manos del destino todo el peso de la suerte. Con la firme intención de quitarme del medio sin llamar la atención, cumpliendo únicamente con "lo que había que hacer", el semáforo se puso en verde, y crucé sin miramientos, pero no vi el ámbar de la precaución hasta unos días después (se nota que me he estudiado la historia del semáforo). Crucé sin pararme a pensar que, lo mismo, al otro lado no había nada. Y eso fue lo que me encontré: la nada... llena de semáforos rojos. 

Y en medio del trayecto estaba la gala de Talentos Granadinos del Festival de Cine. Una noche para el recuerdo, en la que pude confirmar que esa parte de la profesión no me gusta. Es una celebración del ego que queda lejos de mis intereses, especialmente cuando vas más de relleno que de otra cosa. Mi corto fue concebido como un proyecto personal del que no esperaba sacar más que autosatisfacción. Todo lo demás era surrealismo puro y duro, aunque no estuvo mal vivirlo tan de cerca, reencontrarme con colegas, hacer contactos y conocer en persona a gente que admiro. Lo más bonito que me llevé fue la opinión de un cineasta que vio mi corto el lunes en el cine, y me felicitó con entusiasmo. Lo demás fue mero postureo, y llevarme el premio a la mejor vestida.

Pasarme el sábado por la fiesta de fin de festival estaba aún en el aire. Ya no había que estar en la gala, así que podía centrarme exclusivamente en mi viaje a Córdoba y Antequera, y luego... ya improvisaríamos... pero tenía bastante claro que el final del viaje era mi casa. Porque aquellas luces verdes se empezaron a apagar los días previos y, durante un buen rato, me vi a oscuras. Salí del paso en lo esencial, pero acabé perdida en todo lo demás (no sé leer mapas, ni acertar con los caminos; la vida misma...). Y en algún punto kilométrico (algo que también se me da genial) cerca de Luque, el sol se coló entre la niebla y empecé a saber dónde estaba y, lo más importante, quién no estaba allí. Ese sol, que luego se hizo grande, me mostró con claridad meridiana todos los contras, que no son pocos. Y tras muchos tropiezos en el viaje, volvimos a Granada con todo el tiempo del mundo, y con todas las ganas de dormir. Y hubiera dormido una semana más, si eso fuera posible. Sin embargo, pasé las horas previas recogiendo los pedazos se una semana engañosa, y tratando de hacer algo con ellos. Cogí la lista y, siendo honesta, tuve que reconocer que ni lo bueno es tan bueno, ni lo malo es tan malo. Y eso me puso aún más triste. Porque el resultado de esa ecuación es cero, que dadas las circunstancias, sienta aún peor, que un número negativo. "No es viable, ni realista, ni lógico", fue mi conclusión. Pero, cuándo he ido yo buscando lo realista o lo lógico... Me meto sola en los mismos jardines. Y tras mil vueltas de tuerca, improvisaciones desesperadas, y el vuelco en el corazón de una última mirada al infinito, me quedé con la que parece la única opción viable. Y por ahí empecé a ver de nuevo algo de luz. La que me lleva al único sitio que queda, al destino último del trayecto, al punto final de los finales. 



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