miércoles, 27 de noviembre de 2024

Acción - Reacción

Tomar decisiones no es lo mío. Tomar decisiones rápidas, menos aún. Y después de pasar la mañana masticando de bulla las opciones, acabé diciendo NO. Un poco por rebeldía, un poco por evitar enfrentamientos innecesarios, y un mucho por la acción-reacción. Minutos más tarde supe que había acertado cuando ese corazoncito apareció para quitarle valor a aquel que revolucionó el mío en su momento. “No eres especial”, gritaba el mensaje. Pero esa frase está incompleta. Porque el 1.111 que relucía en la pantalla, más o menos a la misma hora en que alguien también andaba entre números no muy lejos de aquí, me recordó esas palabras acartonadas en el interior del armario. Las que últimamente había olvidado, y que por haberlas olvidado fue que me hice pequeñita durante unos días. “Pequeñita” es el calificativo suave que empleo yo para sustituir al de “niñata caprichosa” que seguramente emplearían otros. La imagen que he querido mantener se acabó desmoronando por la ausencia de oportunidades, por ignorancia y por cabezonería (todo intensificado por la famosa falta de tiempo). Y, probablemente, con mis acertadas decisiones he remarcado la contraria, comunicando, pues, lo contrario a lo que querría 

Pero lo bueno de que las cosas no signifiquen lo que parecen (o lo que tú quieres que parezcan) es que una deja de anticiparse, y se despreocupa, y le da a las cosas el valor que realmente tienen, ni más ni menos. Entonces relees el cartón y te vienes arriba “se acaba el camino, pero es un camino de doble sentido”. Y esta idea encajaría super bien si no fuera por la certeza de que yo voy en sentido contrario (para variar). Queda poco para volver a la rutina de esa vida que elegí en su momento, y que parece no casar con el resto de vidas. Y molaría volver a ella un poco más entera, previa limpieza mental, de lo que estoy y estaré en los próximos días. 

“No eres especial… AHÍ”. Ésa es la frase completa. Y era de esperar; el día y la noche, lo técnico y lo artístico, los números y las letras. Era de esperar… es lo que tiene ir siempre detrás de lo más inconveniente. 

domingo, 24 de noviembre de 2024

Entre flashes y tinieblas

Hoy, domingo, le pongo fin a una semana de prisas, estrés, agobios, y cosas raras. Una semana llena de espejismos; con su cal y con su arena. 

Empezó con una luz verde preciosa tras un fin de semana muy desalentador. Habiendo dado cosas por perdidas (algunas queriendo y otras sin querer), me vi cambiando planes a última hora, dejando en manos del destino todo el peso de la suerte. Con la firme intención de quitarme del medio sin llamar la atención, cumpliendo únicamente con "lo que había que hacer", el semáforo se puso en verde, y crucé sin miramientos, pero no vi el ámbar de la precaución hasta unos días después (se nota que me he estudiado la historia del semáforo). Crucé sin pararme a pensar que, lo mismo, al otro lado no había nada. Y eso fue lo que me encontré: la nada... llena de semáforos rojos. 

Y en medio del trayecto estaba la gala de Talentos Granadinos del Festival de Cine. Una noche para el recuerdo, en la que pude confirmar que esa parte de la profesión no me gusta. Es una celebración del ego que queda lejos de mis intereses, especialmente cuando vas más de relleno que de otra cosa. Mi corto fue concebido como un proyecto personal del que no esperaba sacar más que autosatisfacción. Todo lo demás era surrealismo puro y duro, aunque no estuvo mal vivirlo tan de cerca, reencontrarme con colegas, hacer contactos y conocer en persona a gente que admiro. Lo más bonito que me llevé fue la opinión de un cineasta que vio mi corto el lunes en el cine, y me felicitó con entusiasmo. Lo demás fue mero postureo, y llevarme el premio a la mejor vestida.

Pasarme el sábado por la fiesta de fin de festival estaba aún en el aire. Ya no había que estar en la gala, así que podía centrarme exclusivamente en mi viaje a Córdoba y Antequera, y luego... ya improvisaríamos... pero tenía bastante claro que el final del viaje era mi casa. Porque aquellas luces verdes se empezaron a apagar los días previos y, durante un buen rato, me vi a oscuras. Salí del paso en lo esencial, pero acabé perdida en todo lo demás (no sé leer mapas, ni acertar con los caminos; la vida misma...). Y en algún punto kilométrico (algo que también se me da genial) cerca de Luque, el sol se coló entre la niebla y empecé a saber dónde estaba y, lo más importante, quién no estaba allí. Ese sol, que luego se hizo grande, me mostró con claridad meridiana todos los contras, que no son pocos. Y tras muchos tropiezos en el viaje, volvimos a Granada con todo el tiempo del mundo, y con todas las ganas de dormir. Y hubiera dormido una semana más, si eso fuera posible. Sin embargo, pasé las horas previas recogiendo los pedazos se una semana engañosa, y tratando de hacer algo con ellos. Cogí la lista y, siendo honesta, tuve que reconocer que ni lo bueno es tan bueno, ni lo malo es tan malo. Y eso me puso aún más triste. Porque el resultado de esa ecuación es cero, que dadas las circunstancias, sienta aún peor, que un número negativo. "No es viable, ni realista, ni lógico", fue mi conclusión. Pero, cuándo he ido yo buscando lo realista o lo lógico... Me meto sola en los mismos jardines. Y tras mil vueltas de tuerca, improvisaciones desesperadas, y el vuelco en el corazón de una última mirada al infinito, me quedé con la que parece la única opción viable. Y por ahí empecé a ver de nuevo algo de luz. La que me lleva al único sitio que queda, al destino último del trayecto, al punto final de los finales. 



domingo, 17 de noviembre de 2024

No hay tiempo

Nunca he estado tan mal de dinero. Pero mal de verdad. 
Y sin embargo... 

Metidos ya en la semana del Festival de Cine de Granada, y queriendo centrar mis pensamientos sólo en eso, he tenido que tomar la decisión de hacer un viaje el mismo día de la gala de clausura del sábado. Un viaje que no pensaba hacer, porque es una práctica del curso que cuesta más de lo que podía permitirme, y que encima me coincidía con lo otro. Pero los caminos de la vida son raros... Esa práctica es importante para que luego optes a que te llamen para trabajar, nos han dado facilidades de pago, y en mi caso particular, también la facilidad de apuntarme el último día (porque hasta el jueves por la noche, en la Gala Especial de los Talentos Granadinos, no sabré si mi corto está nominado para el sábado). Con todo, el dinero seguía siendo un problema, por más que pudiera pagarlo a plazos (así de mal estoy), pero por estas cosas raras que me pasan últimamente, me pusieron el dinero encima de la mesa hace apenas unos días. Y digo raro porque yo ni siquiera lo pedí, ni lo insinué, ni hablé del tema. Simplemente me dijo un amigo "por todas las veces que me has cuidado al perro", y pum, ya tenía el dinero (incluso un poco más de lo que necesitaba). Me quedé  blanca como la leche. ¡Cómo se dan las cosas! Muy loco todo, porque yo quería disponer de ese dinero, que me llegara de alguna forma, que me lo encontrara por la calle, yo que sé... como una señal de que tenía que hacerlo. Muy loco. En fin, que me apunto al viaje, pero aún me queda el tema del festival. Si mi corto es nominado el jueves, prácticamente tengo que volver del viaje el sábado y salir corriendo para la gala (y aún así llegaría un poco tarde). Pero si me cambio en el autobús y me tomo un taxi, llego dentro de lo razonable. Aunque no me preocupa mucho, porque las probabilidades de que me nominen son ínfimas. Si me llevo un galardón el jueves ya me puedo dar con un canto en los dientes. Aunque todo puede pasar, y hay que prever todas las eventualidades. 

Pero dejando a un lado las señales y la magia, hoy he decidido acelerar el proceso de lo que irremediablemente se viene, y creo que es lo mejor que he hecho, aunque no siente bien de entrada. Nada como un golpe de realidad para que se te quite la ensoñación. Podía haber dejado que se fraguara poco a poco, saboreando cada pequeño detalle, deleitándome en el no saber, pero no hay tiempo para eso. Y en lugar de avivar el fuego y acabar quemadísima, he pensado que es mejor ir enfriando ya el ambiente, por si acaso, y acelerar el proceso para llegar antes al desenlace (sea cual sea éste). No hay tiempo para tomarlo con calma, para movimientos meditados, ni siquiera para improvisar. Simplemente no hay tiempo. Y como no hay tiempo, he hecho lo que había que hacer para acelerar las cosas, y obtener pronto el resultado. Y el resultado ha dado negativo. La lista de los no tan buenos parece pesar más. Y supongo que así es más fácil. Me quedo con el par de cosas buenas que sí me han hecho ilusión, y me las tomo como mis pequeños grandes logros. Hay cosas que aún despistan, y en ese despiste me puedo quedar unos minutos, pero ya... sólo eso, sólo hasta ahí. Porque no hay tiempo para más. 

domingo, 10 de noviembre de 2024

"Hoy es un gran día"

He acumulado un buen montón de momentos inolvidables en el último mes y pico. Momentos que no he tenido tiempo ni disposición de relatar porque necesitaba que se asentaran un poco. Septiembre se diluyó entre esperanza y buena actitud, dejando paso a una normalidad que anhelaba, pero que no ha sido en absoluto tan normal; ha sido mejor. 

Podría empezar diciendo que invertí mi tiempo en casa con una ilusión impropia de mí porque, por lo que sea, estaba confiando plenamente en que todo lo turbio era sólo algo pasajero, y que lo que viniera después lo agarraría con la mayor de las alegrías. Mi mayor deseo estaba claro, pero mientras tanto, en la espera, mi cabeza echó a volar e imaginó cosas (¿qué perdemos por probar?), e imaginó un globo rojo con su hilito flotando en el aire para ver si, más tarde, podía imaginarme bañándome en la playa una vez más antes de que acabara el año. Vi ese globo rojo pocos días después, con su hilito flotando en el aire y, por si quedaba alguna duda, vi varios más al día siguiente. Acababa de releer un libro que me regaló un amigo, y quise probar lo que decía. Ese fue el detonante. Después de eso, volvió la salud a mi casa, me llamaron para inaugurar una nueva sala de teatro en La Zubia, me encontré una bicicleta como nueva en la calle (check!), y el 31 de septiembre, coincidiendo con el veranillo de San Miguel, me bajé a la playa; el 1 de octubre (magia) me estaba sumergiendo en el Mediterráneo. Lo que parecía imposible unas semanas antes, con tanta tormenta, lluvia y frío otoñal, resultó en un auténtico y caluroso día de verano (el mejor de todos). Esos dos días, y ese gran momento en la playa, era algo demasiado bonito para arriesgarme a que "alguien" lo arruinara. Y como si de una revelación se tratase, reculé en los planes con la familia y me decidí a cumplir con mi único plan: YO. Pude comprobar que fue la decisión acertada cuando, semanas después, me reuní con ese "alguien" para comer y, efectivamente, arruinó la comida. Pero ese momento, aunque también doliera, me daba más igual...

Con tanta benevolencia cósmica a mi alrededor, quise ir un paso más allá y centrar mi energía en mi verdadera carencia: el dinero. Dos mil euros es mucho, pero está dentro de lo razonable. Mis bolos en la Zubia fueron maravillosos, la gente quedó encantada, mi monólogo evolucionaba de un pase a otro, pero la taquilla no ha sido suficiente. No sólo no me ha dado para ahorrar, sino que ni siquiera me ha alcanzado para cubrir los gastos más inmediatos. Pero, al margen de lo meramente económico, la experiencia ha sido de diez. He aprendido muchas cosas, he constatado otras, y he tenido que respirar mucho para no caerme redonda por estar sola en un escenario, echando de menos, con más rabia que tristeza, a quien estuvo conmigo tantas veces y con el que me sentía capaz de cualquier cosa. Da miedo saltar sola sin red de seguridad, pero lo mejor del mundo está al otro lado del miedo, y cuando lo vives en primera persona y superas esos momentos de mierda, casi que te resbala lo que hagan, o lo que digan que van a hacer, te resbalan las ausencias, te resbala la indiferencia. El aplauso final es el que una se da así misma. Y en este caso vino acompañado de muchísimas otras manos que aplaudían, y de nuevos seguidores, y de recomendaciones, y de un boca a boca que me ha dado dos bolos más para los próximos meses en distintos puntos de la provincia (y otros pendientes de cerrar). Da miedo estar sola, pero da más miedo necesitar no estarlo. Ahora me puedo colgar esa medalla. 

Y durante mi paso por esta sala recogí algo más: amistades casi perdidas, reencuentros bonitos, el perdón que no se pide ni se exige, pero que se concede sin olvidar y sin intoxicarnos demasiado. Tomé la iniciativa con uno de esos amigos, y como si se tratase de un karma extraño, otra amiga la tomó después conmigo. It feels nice, doesn't it?

Entremedias, durante ese tiempo "vacío" antes de que empezara el ajetreo de octubre, hice un par de cosas más, ambas por probar suerte, ambas sin mucha convicción, ambas por otras personas, ambas por poder decir "lo he intentado". La primera fue mandar mi corto al Festival de Cine de Granada, el único por el que pagué tasas extras sólo por inscribirlo, y que tras haber sido rechazado anteriormente en otros seis festivales, no le tenía ninguna fe. Pero mi madre, con una confianza ciega, y con la ilusión que a mí me faltaba, me dio el empujón para hacerlo. Y más o menos por la misma fecha, otra persona que también me quiere me insistió para apuntarme a un curso para ser guía de ruta y que me podía dar trabajo en el futuro. Me apunté al curso y al festival de cine sin ninguna convicción, casi segura de que ninguna de esas cosas era para mí. Cuán equivocada estaba...

Mi corto fue seleccionado en la categoría de cortos granadinos, cosa que ya me parecía suficiente porque eso significaba que lo proyectarían en los cines y lo vería mucha más gente que si lo cuelgo en YouTube para que sólo lo vean cuatro. Pero no ha quedado ahí la cosa. "La Caverna" ha sido nominada, junto a otros cortos, a Mejor Innovación Visual (que debe ser una forma elegante de decir "qué corto más raro"). Ni sabía que existía esa categoría... Así que ahora, a la alegría de que mi corto se vea en cines, le añado un posible galardón que no voy a ganar, pero que no me importa. Al menos tendré la ocasión de estar en la gala con mi "equipeitor" el 21 de noviembre, ponerme (demasiado) guapa por una noche y, con suerte, crear una red de contactos.  

Y en cuanto al curso, cuando me contactaron para ver si era "buena candidata", fui muy sincera y les dije que habría días que tendría que faltar por compromisos varios, y por bolos, pero que (habiéndolo ya pensado mejor) me encantaría poder hacerlo. ¿Y si se me da bien? ¿Y si realmente hay trabajo en ese campo? ¿Y si resulta que puedo compaginarlo todo? ¿Y si mi colega tiene razón? Sí... quería hacerlo, quería probar suerte (esa suerte que empiezo a conocer y que estoy aprendiendo a controlar). Y no sé si puedo llamar suerte todavía a conseguir la plaza y llevar ya dos semanas y pico de curso, porque no sé a dónde me llevará después, pero sí sé que estoy donde tenía que estar (pase lo que pase). Lo sé por muchas razones: por lo que estoy aprendiendo, por lo que necesito mejorar, por el desafío que supone para mí meterme en terreno desconocido (literalmente), pero, sobre todo, lo sé por la misma razón por la que se saben esas cosas que no se pueden explicar: porque tenía que ser así. Certezas. Simplemente eso. 

Me gusta asistir a clase porque los contenidos son totalmente de mi interés, estoy motivada (cosa imprescindible), y tengo un grupito de compas muy maj@s. Como suele pasar, conectas más con unas personas que con otras, pero lo que no esperaba era conectar tanto... De hecho, hasta la eterna imagen ha cambiado estos días (ganó por cercanía), y ni siquiera lo vi venir. Fue colándose poco a poco, sin hacer mucho ruido. Y, de pronto un día, "el dibujito animado" ya estaba dentro. Son muchas las carencias, pero a la única que de verdad me tengo que preocupar ahora se le suma el elemento sorpresa. Ese que no deja pensar con claridad (o que sólo te hace pensar con claridad en una única cosa). Está en fase 0 (¿se podría recular todavía...?) pero la fase 0 es la más puñetera, y la más peligrosa. Es esa fase de no saber, de niebla, de inquietud. Vas a ciegas, intentando sortear lo bueno y lo malo, porque ambas cosas te empujan irremediablemente al filo del mismo barranco. Y si no hay forma de pararlo, al final te resignas: un mes de caída libre, y luego un tiempo de convalecencia antes de volver a la normalidad, a ese camino tranquilo y solitario del que me había desviado por sorpresa. Con mi vieja y querida imagen lejana ocupando de nuevo el lugar que le corresponde. Ahí no hay niebla, es un lugar seguro, y piso terreno "conocido" en lugar de andar por arenas movedizas. Llegará, queda poco. Y ya que la caída es irremediable, mientras recorro ese espacio de vacío, al menos planearé un poquito, mediré los tiempos, disfrutaré de las vistas, y experimentaré la adrenalina de estar en el aire antes de llegar al suelo de un mes de diciembre de incertidumbres, despedidas, bolsillos vacíos, y bolos por armar. Y lo haré sin que se note que se nota, tratando de estar en la misma página, intentando hablar el mismo idioma, y lo que sería más interesante: tirando de todo para convertirme en la mejor. 


Sólo podía arrancarme a contar tantas cosas bonitas cuando algo "inquietante" me obligara a sentarme a escribir. La carta de la muerte, rescatada de la caja de la persiana, con su número XIII (claro que sí), anunciaba nuevos comienzos. "Hoy es un gran día", y cada día puede serlo...

Esta frase me ha abierto mil puertas.

No seré yo quien las cierre. 


Mis últimos artículos para El Batracio (los próximos serán ya navideños).





Vídeo promo "Como ser más productiva" (Octubre, Sala Bambalinas, La Zubia)