Aquella noche llovía a cántaros y no llevaba paraguas. Caminó con paso lento y dando vueltas por calles que no la llevarían a ningún lado. Es lo que ocurre cuando no se tiene rumbo ni destino. Esperaba alcanzar algo o ser alcanzada. El frío lo llevaba por dentro, tenía el alma congelada y solo en una ocasión miró hacia atrás buscando su suerte.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV-sqV2nBI6rJ0S5RfBj6h2Q5biYJWqypZOD6ZnR3_U1oiXJ365I7N6xPUMhk_JFsXa4UZYzPhI_O_OLLoNeBnjSYP3tLy3ZjrFxNOafde5NF9rrjbUqft6AqMFTxHsjJ_H-7erB9eKVc/s1600/26.JPG)
“Hoy no puedo regalarte más que palabras. Palabras gastadas y sufridas que me chorrean como el sudor por tu espalda cuando no tienes miedo a vivir. No hay más verdad que la que quieras creerte y yo ya no me creo nada. Le saco brillo a mi armadura y me enfrento, como los titanes mitológicos, a tu oxidado discurso que solo deja restos de baba en cada sílaba. No pretendas cortar mis alas ni contagiarme tu asco y tu frío. Hoy, que llueve y todo me resbala, me despojo del idilio y del abrigo y te provoco para que me ataques si te atreves, tan llena de odio y de rabia que con una sola mirada te fulminaría”.
Siguió caminando de frente. No volvió a mirar atrás.
Dejó de llover.
Granada, 2013
Fotografía: Juan Antonio Cárdenas (Proyecto Tango)
No hay comentarios:
Publicar un comentario