Después de tanto tiempo, me parece increíble que aún me siga afectando ver imágenes de calles conocidas, edificios familiares o lugares en los que he estado en Madrid. Y cada vez que ocurre, me acuerdo de esa canción de Sabina: "(...) que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", y se me hace un nudo en la garganta.
En la noche de San Juan, bajo un manto de estrellas borrosas por un cielo altamente contaminado, creí equivocar mi deseo cuando, sobre el tejado, sonó en la radio la canción que me hacía no querer echar nada de menos. Pero no hay deseos equivocados. Hay deseos inconvenientes, retorcidos, utópicos... pero no equivocados. Se supone que con fuerza de voluntad, prudencia y tiempo seguía los pasos correctos, y sin embargo, siento que camino sin rumbo.
En esta ciudad de proporciones perfectas me siento libre pero no lo soy, y únicamente trabajando a destajo consigo distraer el pensamiento recurrente del qué pasará. Y mientras espero el golpe de suerte que lo cambie todo, me sigo haciendo las mismas preguntas con la misma rabia, y sin una sola respuesta válida.
Un verano más, estoy con mi banda tocando en el Peñón de Salobreña, cantando canciones que creía que ya no podría cantar. Pero no sólo puedo sino que me sirven de desahogo. Por eso he incluido "So lonely", por eso he incluido "Ironic", y por eso no quito la de Aerosmith. Y aunque mi único medio de comunicación sea como tirar mensajes al mar en una botella, siempre queda la esperanza de que llegue a su destino, aunque yo no lo sepa.
Quizás mañana tenga a donde volver.
sábado, 30 de junio de 2018
domingo, 10 de junio de 2018
432
Y
casi volando, llegó el día de las promesas rotas y de los deseos incumplidos.
Una de las cosas que nunca he sabido llevar bien es la decepción. Dicen que
nadie puede hacerte daño sin tu consentimiento, pero esa actitud no sirve si no
lo ves. De todos los errores que he podido cometer en este último año, sólo uno
se puede tachar de error garrafal. He tomado malas decisiones, me he equivocado
en muchas cosas y con algunas personas y he elegido caminos arriesgados. La
soledad me volvió excesivamente vulnerable y dependiente en muchos momentos, y
me agarré a lo que no debía, confiando en que supieran ver más allá, y pudieran
distinguir ese estado pasajero de lo que en realidad soy. No fue así. Y hasta
que el desprecio no se hizo palpable no pude resetear. Cuando permites que te ninguneen no reaccionas
hasta que ocurre de verdad. Pero reaccionar de manera coherente no te hace
sentir mejor, al menos no hasta que pasa cierto tiempo. Mi error garrafal fue
olvidarlo en un pequeño gesto una noche de borrachera descontrolada. Aún sigo
sin perdonarme del todo por aquello.
La
última vez que mi orgullo quedó dañado, la tortura duró menos porque apareció
de la nada la X que marcaba el tesoro en el mapa. Pero un tesoro que a lo lejos
relucía y que al abrirlo, resultó no ser de oro. Ahora no quiero salvavidas ni
relevos, aunque me lleve más tiempo del que ya ha pasado. Quizás, cuando todo
me dé igual, pueda alegrarme de muchas cosas pero hoy, todavía, me envuelve ese
halo de tristeza cuando me preguntan cómo estoy y respondo, con una sonrisa
forzada, que estoy bien. Y ese resentimiento que me guardo es el mismo que
proyecto hacia los implicados, y que se vuelve más difícil de llevar porque
empaña lo que hay detrás, que no es más que amor desordenado. Ni siquiera puedo
imaginar una manera satisfactoria de cerrar tan turbio capítulo, sin el debido
adiós y sin “darnos la mano”, pero tener la oportunidad de hacerlo era todo lo
que esperaba por mi cumpleaños.
Sin
embargo, y casi volando, llegó el día en que tenía que elegir un camino (otra
vez), y el destino me parecía tan aburrido en cualquier caso que me limité a
dejarme empujar por la inercia a donde quiera que me lleve. Y en esa inercia me
encuentro ahora, sabiendo que lo que viene es mejor, que lo que ocurra será
producto de lo que ya ha pasado y que ahora, sin pasado ni futuro, está esa
oportunidad que quería. Puede
que queden restos de añoranza por limpiar, pero con mis 432 meses recién
cumplidos, me siento renovada en muchos aspectos. Un año más vieja y, sin duda,
más sabia (aunque me limpie el culo con lo aprendido). Brindando, como quería,
con los amigos de verdad, y los que me quedan de Madrid. Agradecida de los que
te sacan una sonrisa con un simple mensajito y de los viejos amigos que regresan
sin rencores porque no hay orgullo si hay emoción. Deseando empezar el curso de
doblaje, los conciertos del verano, los títeres callejeros…
Y,
casi volando, llegó el día. Y, a pesar de lo que pesa, empieza a pesar menos y
a darme más igual.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)