Lo bueno y emocionante de la vida es no saber qué pasará
mañana. Lo malo y decepcionante de la vida también. Como no sabemos, no estamos
preparados y lo bueno nos entra bien a todos, pero lo malo no. Será por eso que
hay que estar preparado para lo peor, porque para lo mejor no hace falta. A veces
hay que cruzar todo un desierto para apreciar el oasis, atravesar negros túneles
para sentir el placer de ver la luz, fallar mil veces el tiro al blanco para
aprender por fin a hacer diana.
He logrado tantas cosas en mi vida a base de puntapiés que
mirándolo con la perspectiva que da el tiempo no puedo más que estar
agradecida. Pero aún así, no estoy convencida de que todo lo malo sean bendiciones
disfrazadas. A veces, simplemente, lo malo ocurre porque sí, y la ira me lleva
a pensar en ese maravilloso discurso de Pacino en "Pactar con el Diablo":
“… a Dios le gusta observar, es un bromista. Piénsalo, dota
al hombre de instintos, os da esta extraordinaria virtud, y qué hace luego… los
utiliza para pasárselo en grande, para reírse de vosotros al ver cómo
quebrantáis las reglas. Él dispone las reglas y el tablero, y es un auténtico
tramposo: Mira pero no toques. Toca pero no pruebes. Prueba pero no saborees. Y
mientras os lleva como marionetas de un lado a otro qué hace él… ¡se descojona,
se parte el culo de risa! Es un payaso, es un sádico, es el peor casero del
mundo…”
Esta mañana me desperté escuchando un programa de radio.
Ahora me ha dado por eso, cuando estoy sola duermo con la radio encendida. Me
ayuda a dormir. Antes apreciaba el silencio pero cuando los ruidos están en tu
cabeza se agradecen las voces de fuera. Total, que me dormí escuchando Hablar
por Hablar y me desperté en mitad de una tertulia sobre el cáncer en las
mujeres. ¿Tengo que entender que eso también es una bendición? “El cáncer me ha
enseñado a apreciar las pequeñas cosas de la vida”, decía una, “Te sientes
doblemente amputada cuando se te cae el pelo. No es lo mismo en un hombre que
en una mujer. Pero aprendes a aceptarlo y a llevarlo con dignidad”, decía otra.
Apagué la radio asqueada y al cabo de un rato tuve que vomitar. Hay cosas que
no puedo perdonarle a la vida. Tiene que haber formas menos dolorosas de
hacernos crecer. Al lado de esto mis problemas se vuelven diminutos pero no por
eso dejo de indignarme. No estamos a salvo de nada. Andamos a ciegas por este
camino de flores y barro, de arcoíris y barrancos, de sol y tinieblas…
Creo que dios y el diablo existen solo dentro de nosotros. Y
cada persona crea su propio cielo y su propio infierno. He encontrado en el
camino a gente con alas de ángel y a otras con cuernos y tridente. A veces se
mezclan y ocupan el espacio que no les corresponde y es nuestro deber poner a
cada uno en su sitio. Mis ángeles en el cielo, mis demonios en el infierno.
Llevo dos días con fiebre y probablemente este discurso sea
producto del delirio. Sea como sea, así lo siento hoy. Mañana... mañana quién sabe...